Homilías

HOMILÍA DEL ARZOBISPO METROPOLITANO DE PIURA EN LA SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI 2023

¡Eucaristía, Milagro de Amor!
¡Eucaristía, Presencia del Señor!

Hoy celebramos la Solemnidad del “Corpus Christi”, ocasión privilegiada para que renovemos nuestra fe y devoción en este gran milagro del amor divino.

En la Eucaristía, “Jesús está realmente presente. No es sólo un recuerdo, ni tampoco un símbolo de su presencia: por el sacramento, el Señor Jesús está entre nosotros de manera enteramente real, en su Cuerpo y Sangre, humanidad y divinidad. Esta presencia singular nos habla del gran amor que Jesús nos tiene. No sólo nos ha reconciliado por su muerte en la cruz, sino que ha querido quedarse con nosotros para ser nuestro alimento y fortaleza en nuestra vida cristiana”.[1] La fe nos dice que en la Eucaristía está el mismo Jesús. Por ello, nuestra actitud ante este Sacramento, no puede ser otra, sino la de la adoración.

Permaneciendo en medio de nosotros en este sacramento admirable, el Señor Jesús cumple con su promesa: “He aquí que estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20). Jesús, se queda con nosotros, no sólo durante la Misa, sino también después de ella, bajo las especies eucarísticas consagradas y reservadas en el Sagrario. Jesús Eucaristía, es entonces el Dios cercano, el Dios que nos espera, el Dios que permanece con nosotros amándonos incesantemente.

La Eucaristía, Misterio de la Fe

La Eucaristía es verdaderamente “Misterio de la Fe”, misterio que supera todo pensamiento, y que pone a prueba la capacidad de nuestra mente de ir más allá de las apariencias. Misterio que sólo puede ser acogido por la fe. Por eso San Cirilo de Jerusalén, Padre y Doctor de la Iglesia, nos dice: “No veas en el pan y en el vino meros y naturales elementos, porque el Señor ha dicho que son su Cuerpo y su Sangre: la fe te lo asegura, aunque los sentidos te sugieran otra cosa”.[2]

La Eucaristía: Verdadero sacrificio, banquete y anticipo del Cielo

Nunca debemos olvidar que esta presencia real del Señor, se deriva del sacrificio de la Cruz, que cada celebración de la Santa Misa actualiza. El sacrificio de la Cruz y el sacrificio de la Misa, son un único sacrificio. Por eso, ir a Misa es ir místicamente al Gólgota para encontrarnos con Cristo crucificado, nuestro Señor y Salvador, quien entregó su cuerpo y derramó su sangre por nuestra salvación.

Tampoco debemos olvidar que esta presencia suya en la Eucaristía nos encamina también a la comunión sacramental, es decir, a esa íntima unión de nosotros, los creyentes, con el Señor de la Vida. ¿Y cuál es la finalidad de la comunión sacramental? “La finalidad de esta comunión, de este comer, es la asimilación de mi vida a la suya (a la de Cristo), mi transformación y configuración con Aquel que es Amor vivo”.[3]

Por la comunión eucarística, el Señor Jesús se convierte en nuestro alimento de vida eterna. Él, entra a nuestro corazón como un anticipo de la unión plena que tendremos con Él en el Cielo. La Eucaristía es anticipo del Paraíso, y prenda de la gloria futura, “un resquicio del Cielo que se abre sobre la tierra”.[4]  

La Eucaristía, nos compromete a vivir el amor fraterno

Pero lejos de conducirnos a evadirnos del mundo en el que vivimos, la Eucaristía más bien nos da el impulso para construir una sociedad justa y reconciliada en la verdad y el amor. Como nos enseña nuestro querido Papa Francisco: “La Eucaristía nos llama al amor de nuestros hermanos. Este Pan es por excelencia el Sacramento del Amor. Es Cristo quien se ofrece y se parte por nosotros y nos pide que hagamos lo mismo, para que nuestra vida sea trigo molido y se convierta en pan que alimente a nuestros hermanos”.[5]

En esta hora de tanto sufrimiento, donde muchos hermanos están enfermos y pasando necesidad, que sea este Sacramento de Amor, el que nos mueva a la solidaridad, a la caridad, a la misericordia, a trabajar por construir una sociedad justa y honesta, es decir, digna de la persona humana, donde los más débiles, los enfermos, los más pequeños, y los más pobres, estén en el primer lugar de nuestras preocupaciones, especialmente en la de aquellos que tienen el deber de asistirlos.

María, Mujer Eucarística

Que sea en la escuela de Santa María, “Mujer Eucarística”, donde aprendamos a adorar, cada vez más, este “Milagro de Amor”, ya que el cuerpo entregado en la Cruz, como sacrificio reconciliador, y la sangre derramada en el Calvario, para el perdón de nuestros pecados, es el mismo cuerpo y la misma sangre que la Virgen María concibió en su seno inmaculado, dio a luz en Belén, ofreció en el Calvario para nuestra reconciliación, y ahora se nos dan como alimento de vida eterna en la Eucaristía.

¡Que nuestras calles y casas sean de Jesús!

Queridos hermanos: Al final de nuestra Santa Misa, Jesús Eucaristía, recorrerá una vez más nuestras calles y plazas, hoy golpeadas por el dolor y el sufrimiento, causado primero por las intensas lluvias e inundaciones, y ahora por la epidemia del dengue, para darnos su bendición, consuelo y salud, y de esta manera manifestarnos que, Él nunca nos abandona, que su Amor es constante y permanente en nuestras vidas. Ello renovará nuestra esperanza y alegría de vivir.

Desde la custodia, Jesús Eucaristía derramará sus bendiciones sobre todos y cada uno de nosotros, sobre nuestros hogares y centros de trabajo, y nos dirá:

¡No se dejen desalentar por el mal!
¡Yo, el Señor, estoy siempre con ustedes!
¡En el mundo tendréis tribulación. Pero ánimo. Yo he vencido al mundo! (Jn 16, 33).

Que a lo largo de la Procesión Eucarística de hoy: “Nuestras calles sean calles de Jesús. Nuestras casas sean casas para Él y con Él. Que nuestra vida de cada día esté impregnada de su presencia. Con este gesto (el de la procesión), ponemos ante sus ojos los sufrimientos de los enfermos, la soledad de los jóvenes y los ancianos, las tentaciones, los miedos, toda nuestra vida. La procesión quiere ser una gran bendición pública para nuestra Ciudad: Cristo es, en persona, la bendición divina para el mundo. Que su bendición descienda sobre todos nosotros”.[6]  

Que la Eucaristía realice el milagro de una Piura y de un Tumbes renovados en el Amor de Dios.

Que así sea. Amén.

San Miguel de Piura, 11 de junio de 2023
Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo

[1] Catecismo de la Arquidiócesis de Piura, “Firmes la Fe, sed fuertes – PIUCAT”, n.141.

[2] San Cirilo de Jerusalén, Catequesis mistagógicas, IV, 6: SCh 126, 138.

[3] S.S. Benedicto XVI, Homilía de Corpus Christi, 26-V-2005.

[4] San Juan Pablo II, Carta Encíclica Ecclesia de Eucharistia, n. 18

[5] S.S. Francisco, Homilía en Matera – Italia, 25-IX-2022.

[6] S.S. Benedicto XVI, Homilía de Corpus Christi, 26-V-2005.

Puede descargar el PDF de esta Homilía de nuestro Arzobispo AQUÍ

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