ORACIÓN PATRIÓTICA CON OCASIÓN DEL LXXXI ANIVERSARIO DE LA INMOLACIÓN DEL CAPITÁN FAP. JOSÉ ABELARDO QUIÑONES GONZALES

Honor y gloria a la Fuerza Aérea del Perú

Al celebrarse el próximo 23 de julio, el octogésimo primer aniversario de la inmolación del Capitán FAP José Abelardo Quiñones Gonzales, Héroe Nacional y Gran General del Aire, así como el Día de la Fuerza Aérea del Perú, rendimos sentido homenaje a nuestros aviadores militares que, con abnegación y patriotismo, sirven a la Nación peruana. Ofrecemos esta Eucaristía por ellos que visten el uniforme azul de la Patria, que simboliza al “Cielo de Quiñones” y a la Santísima Virgen María, a quien veneran con profundo amor filial en su advocación de “Nuestra Señora de Loreto”. 

Rendir homenaje a nuestra Fuerza Aérea, es reconocer la lección de sacrificio y de amor al Perú, de todos los hombres y mujeres que conforman la gran familia aeronáutica, herederos de la gloria de tantos héroes e intrépidos aviadores, como el alférez Francisco Secada Vignetta, quien con su avión corsario realizó el primer combate aéreo en América el año 1933, contra una escuadrilla enemiga en el conflicto con Colombia; o la de los siete héroes del Conflicto del Cenepa de 1995, quienes no dudaron un instante en seguir el ejemplo y el legado de Quiñones, ofrendando sus vidas en defensa de nuestra soberanía, independencia e integridad territorial, y cuyos nombres hoy recordamos con reverencia, gratitud y emoción: Los Coroneles FAP Víctor Manuel Maldonado Begazo, y Marco Antonio Schenone Oliva; el Comandante FAP Enrique Antonio Caballero Orrego; los Mayores FAP Miguel Anatolio Alegre Rodríguez y Percy Alex Phillips Cuba; el Capitán FAP Raúl Pabel Vera Collahuazo; y el Técnico de Tercera FAP Erick Gilberto Díaz Cabrel. A todos ellos, se unen una larga lista de miembros de la Fuerza Aérea del Perú que han entregado sus vidas en la lucha contra el narcoterrorismo, y en acciones cívicas y de apoyo táctico al desarrollo nacional. Todos ellos han prestado al Perú un servicio incalculable. El dolor por la pérdida de estas vidas no ha sido en vano. Ellos con su heroísmo han afianzado el camino del Perú por la senda de la paz y del progreso. En esta celebración eucarística los encomendamos al Señor de la Vida con gratitud y reconocimiento. Su ejemplo y testimonio de amor por el Perú debe motivar en todos nosotros un renovado compromiso con la Patria, con la defensa de su soberanía, y su desarrollo integral.

Aprovecho esta oportunidad para desagraviar públicamente a nuestras Fuerzas Armadas y Policía Nacional, por la ofensa recibida en días pasados por parte del Primer Ministro, quien ha desvirtuado y desmerecido la abnegada labor que desempeñan sus integrantes, quienes, a lo largo y ancho del territorio nacional, velan por la defensa y el resguardo de nuestras fronteras, luchan contra los remantes terroristas y el narcotráfico, y trabajan esforzadamente en beneficio de todos los peruanos. ¡Basta ya de maltratos a nuestras Fuerzas Armadas y Policía Nacional!   

El Héroe Nacional, Capitán FAP José Abelardo Quiñones Gonzales 

Hoy nuestra atención se concentra en la egregia figura del Capitán FAP José Abelardo Quiñones Gonzales, un joven piloto de caza, dueño de una brillante trayectoria profesional, lleno de vida, de alegría, de sueños e ideales que, a la temprana edad de 27 años, inmoló su vida en un acto de heroísmo en Quebrada Seca, durante el conflicto de 1941 con el Ecuador, dejándonos una lección de honor y de entrega total en la defensa de nuestra integridad territorial.  

Desde aquel entonces, Quiñones se ha convertido en el paradigma de la Fuerza Aérea del Perú, que con ocasión de su sacrificio también celebra su día institucional, porque como Quiñones, nuestra Fuerza Aérea está llena de juventud y de vida, y tiene por ideal ver a nuestra Patria, libre y soberana, unida y venturosa. Quiñones pudo salvarse, pero prefirió ofrendar su vida por el Perú. Así lo atestiguan los testimonios de sus compañeros de armas, los miembros de la 41° escuadrilla: El Teniente Comandante Antonio Alberti, el Teniente Fernando Paraud, y el Alférez Manuel Rivera.

El Teniente Comandante Alberti refirió: “Llegados sobre el objetivo, Quebrada Seca, y a una altura de 2,000 metros, nos lanzamos en picada para arrojar parte de las bombas escalonadas a 500 metros cada uno de los integrantes. Efectuado el primer pasaje, volvimos a unirnos en formación para efectuar el segundo pasaje habiendo sido alcanzado en esta oportunidad el avión de Quiñones. Un gran silencio hizo presa de todos nosotros al ver que el avión incendiándose era controlado y comandado por Quiñones para estrellarse contra el nido de ametralladoras antiaéreas”.

A su vez, el entonces Teniente Paraud manifestó: “Precedía en la formación el Teniente Quiñones por lo que pude observar que fue alcanzado por los visibles fuegos de las baterías enemigas de Quebrada Seca, incendiándose el avión a una altura aproximada de 1,000 metros. Esperábamos angustiosamente verlo saltar en paracaídas, pero lejos de ello, el avión, bajo control y perfectamente comandado, lo dirigió hacia el enemigo estrellándose contra las piezas de fuego, silenciándolas”.

Finalmente, el último integrante de la escuadrilla, el Alférez Manuel Rivera, declaró: “Ya sobre el objetivo, pude observar el nutrido fuego procedente de las baterías antiaéreas enemigas, que hizo impacto en todos los aviones en formación, sin tocar partes vitales de éstos, salvo en el avión del Teniente Quiñones al que provocó un incendio quien viró enfilando el avión hacia el nido de ametralladoras y en vertiginosa picada se estrelló contra dicho nido silenciándolo definitivamente”.   

Es de destacar que el sacrificio de Quiñones no solamente ha sido valorado por los peruanos, sino también por los adversarios de aquel momento. Efectivamente, sus restos fueron entregados el 18 de octubre de 1942 a nuestro Cónsul en Guayaquil. En esa ocasión, el Coronel Ecuatoriano, Octavio Ochoa, Jefe de la Cuarta Zona Militar del Ecuador, al momento de poner en manos peruanas la urna que contenía los restos del Héroe dijo: “A nombre de las fuerzas ecuatorianas entrego a la Fuerza Aérea Peruana los restos de quien supo honrar a su Patria, a su pueblo peruano y a sus Fuerzas Armadas. Mi pueblo rinde homenaje al pueblo peruano dignamente encarnado en la figura heroica de José Abelardo Quiñones Gonzales”.

De estos testimonios, así como de todos los documentos oficiales de combate, y de los diversos informes sobre nuestro joven héroe, podemos concluir que, Quiñones encarnó las más altas tradiciones y virtudes militares y cívicas, puestas de manifiesto a lo largo de toda su vida, tanto como estudiante, cadete, y finalmente como oficial de aviación. Que, además, siempre demostró un gran sentido de responsabilidad, amor a su Institución, y a su Patria, por la que se inmoló en consciente sacrificio. Que, igualmente, en todas sus misiones, fueran éstas de entrenamiento o de combate, demostró fortaleza, coraje, y elevado sentido del cumplimiento del deber; y que dirigió y comandó su aeronave incendiada contra el objetivo, pudiendo haberse lanzado en paracaídas, ya que la altura de los vuelos se lo permitía, y él era un experto en su uso.

Al ofrendar plena y conscientemente su vida por la Patria, la acción del Capitán FAP José Abelardo Quiñones Gonzales, fue más allá del cumplimiento del deber militar en el campo de batalla, y por eso el Perú, y todo el pueblo peruano, ha sabido agradecer su heroica acción declarándolo “Héroe Nacional” y “Gran General del Aire”.

En Quiñones hubo la plena conciencia del sacrificio, porque sabía que, con él, abría las puertas de la victoria para los soldados de su Patria, que su muerte evitaría muchas otras, y que, con la victoria y la paz, renacerían, con el tiempo, la reconciliación entre los hermanos del mismo Continente, marcados con un mismo origen, una misma fe cristiana, y un mismo destino común.  

El 23 de julio de 1941, Quiñones cayó sobre el objetivo, pero por su heroicidad fue elevado hasta las alturas y cumbres donde moran los espíritus inmortales de Grau y Bolognesi. De esta manera, el Perú, tiene en ellos el símbolo de la Gloria de sus tres armas, y la profunda satisfacción de ver en ellos, a los permanentes guías y ejemplos, sin mácula alguna, para la presente y futuras generaciones de peruanos.

Quiñones es el heroico aviador inmolado que cumple con la misión encomendada y no la deja inconclusa. Fue derribado, pero sobre el objetivo, y así nos enseña a ser comprometidos y perseverantes en nuestros deberes de vida. Es faro luminoso de profundo amor por la Patria, a la que pone por encima de sí mismo, y así nos señala que jamás hay que manipular los sagrados intereses del Perú en beneficio propio o de grupo.

Nuestro Héroe Nacional y Gran General del Aire, es ejemplo de valores y de moralidad, especialmente para los jóvenes peruanos de hoy, y su vida es fuente de esperanza de que la juventud peruana, a pesar de los asedios que sufre por parte del hedonismo, del relativismo moral y ético, de las ideologías, y del materialismo imperante, es capaz de aportar a la edificación de un Perú donde brillen las Bienaventuranzas del Reino.

Nuestro país tiene hoy en día necesidad imperiosa del testimonio de jóvenes libres y valientes, que se atrevan a ir contra corriente, y a proclamar con fuerza y entusiasmo la propia fe en Dios, así como el amor al Perú.

Sigamos el ejemplo de Quiñones. Seamos generosos en la entrega, humildes y transparentes en el cumplimiento de nuestros deberes y responsabilidades, firmes y decididos en la toma de nuestras decisiones, para así ofrecer a todos, pero especialmente a nuestros jóvenes, una lección de que el ser humano no se realiza siguiendo los impulsos del egoísmo, la corrupción, la mentira y los vicios, sino viviendo la propia vida en la verdad, y entregándola en el amor. Los jóvenes, como Quiñones, son muy sensibles a estos valores que tenemos que proponérselos, no sólo de palabra, si no sobre todo con el ejemplo. Así nuestra juventud peruana será auténtica protagonista de la forja de un nuevo Perú.

La vida cristiana fortalece y eleva las virtudes de la vida castrense

De otro lado, Quiñones forjó su heroicidad en el hogar cristiano de sus padres, y a través de la enseñanza de los sacerdotes franceses del Colegio de los Sagrados Corazones de la Recoleta en Lima, donde inicio sus estudios secundarios, concluyéndolos en el Colegio Nacional Nuestra Señora de Guadalupe. Los sacerdotes franceses, a quienes conoció y seguramente admiró por su disciplina y valentía, venían de la experiencia de ser capellanes en la I Guerra Mundial. Es entonces al calor de la vida cristiana, donde forjó su única personalidad.

Por ello, no hay mejor militar, marino, aviador o policía, que aquel que toma en serio su vida cristiana. Efectivamente, la vida cristiana fortalece y eleva aquellas virtudes tan necesarias para la vida castrense como son entre otras, el ardor por el ideal, la firmeza de voluntad para llevar adelante la misión encomendada, la honradez en el obrar, la esperanza en medio de las dificultades, la nobleza para con el enemigo vencido, la disciplina, la lealtad, el servicio desinteresado, el sacrificio, la mortificación, el compañerismo, y la entrega de la propia vida. Por ello no descuiden jamás su vida de oración, su lectura de la Palabra de Dios, su confesión frecuente, su Misa dominical con su comunión eucarística, y el amor filial a María Santísima, Nuestra Señora de Loreto, expresado en el rezo diario, y en familia, del Santísimo Rosario.

La familia: sustento para el cumplimiento de la misión

Quiero también esta mañana rendir homenaje a las esposas e hijos de nuestros aviadores militares. Sin el respaldo y el amor de sus familias no les sería posible cumplir con sus deberes para con la Patria. Pienso en cuánto sacrificio tienen que sobrellevar a lo largo de la carrera castrense de nuestros aviadores militares, las esposas e hijos: La separación del esposo y del padre; las estrecheces de la vivienda familiar y de un salario justo; los traslados constantes de destinos que los llevan de nuestras áridas costas, al frío de nuestros andes, o al calor húmedo de nuestra selva. Qué importante es el respaldo de la familia en la vocación militar. Sin el amor, el apoyo moral, el sacrificio y la oración de ustedes, sus esposos y padres no tendrían la serenidad y la fortaleza para el cumplimiento de sus altos deberes y responsabilidades. Los invoco a fortalecer la unidad de sus familias, a quererse mucho, a tener espacios de comunicación y de encuentro de los esposos entre sí, de los padres con los hijos, y de los hijos con sus padres, cada vez que puedan.

De esa unidad familiar, que sólo se alcanza poniendo a Cristo en el centro del hogar, brota la luz y la fuerza para el cumplimiento pleno de la misión.   

Recuperar el poder aeroespacial del Perú

No quiero concluir estas palabras sin hacer un urgente llamado al Supremo Gobierno, para que tome conciencia de que se hace imprescindible hoy en día recuperar y fortalecer el poder aeroespacial de la Nación, sinónimo de fuerza, respeto y desarrollo socio económico. El Perú es un país amante de la paz y respetuoso de todos sus tratados, pero necesita tener una Fuerza Armada, y en particular una Fuerza Aérea, bien equipada y eficaz, para garantizar la seguridad de nuestro territorio y el desarrollo nacional. Si en el pasado fue posible alcanzar la victoria, cuando las circunstancias así lo exigieron, fue debido a que tuvimos una Fuerza Aérea que estuvo a la altura de las circunstancias. Sin una Fuerza Aérea debidamente equipada, reducida a misiones de transporte y carga, con la obsolescencia en bloque de su brazo más importante que es la aviación de caza, por falta de renovación de sus interceptores de combate, se diluye el efecto disuasivo, y el respeto inherente, y no es posible la defensa del Perú de sus amenazas externas e internas, la protección de sus intereses, ayudar a su desarrollo económico y social, y contribuir a garantizar su independencia, soberanía e integridad territorial. Pero junto con un equipamiento adecuado se hace indispensable que sus integrantes estén siempre fortalecidos, moral y cristianamente, ya que, si bien los recursos y medios materiales son necesarios, de nada sirven si el personal que los usa no posee integridad moral e idoneidad profesional.

Que Nuestra Señora de Loreto, Madre y Señora de los aviadores, los bendiga, cuide, y guíe en cada una de sus misiones. Que Ella derrame abundantes bendiciones sobre nuestra Fuerza Aérea, sus miembros y sus familias.

¡Honor y gloria al Capitán FAP José Abelardo Quiñones!

¡Honor y gloria a la Fuerza Aérea del Perú!

¡Honor y gloria a nuestra Patria, el Perú!

San Miguel de Piura, 17 de julio de 2022

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