Homilías Dominicales

HOMILÍA DEL ARZOBISPO METROPOLITANO EN EL IV DOMINGO DE PASCUA 2023

“Jesús es el Buen Pastor y la Puerta de la Salvación” 

Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones

Tradicionalmente el IV Domingo de Pascua, está dedicado a meditar en Jesús, el Buen Pastor, imagen que recoge el capítulo 10 del Santo Evangelio según San Juan. De los 42 versículos que componen este capítulo, hoy se nos proponen para nuestra reflexión los 10 primeros que, si bien hablan de la figura del pastor, más nos insisten en la imagen de la puerta: “Yo soy la puerta, quien entre por Mí, se salvará, y podrá entrar y salir, y encontrará pastos” (Jn 10, 9).    

Jesús, el Buen Pastor

Primero consideremos la imagen del Buen Pastor y después la imagen de la Puerta, para finalmente sacar algunas enseñanzas para nuestra vida cristiana en las actuales circunstancias que vivimos.

El Buen Pastor, protege a sus ovejas defendiéndolas de todo aquel que quiera hacerles daño, por eso las reúne en un redil para ponerlas a salvo. Para el Señor Jesús, el Buen Pastor es aquel que entra por la puerta, en cambio el ladrón y salteador, salta la valla a escondidas con el fin de hacerle daño al rebaño (ver Jn 10, 1-2). El Buen Pastor, conoce a sus ovejas y las llama por su nombre (ver Jn 10, 3-5), es decir, las ama con un amor personal, cuida de todas, pero especialmente a las más débiles, y las conduce a los pastos abundantes y a las fuentes de agua limpia para que tengan vida. 

En la época de Jesús, Israel era consciente, de que el único que podía ser llamado auténticamente Pastor, era Dios mismo, porque a lo largo de su historia, había sufrido el constante abuso y maltrato de sus jefes y reyes. Israel era consciente que sólo Dios era el dueño de las ovejas, y el único que verdaderamente las amaba y les daba vida, como bellamente canta el Salmo de la Liturgia de la Palabra de hoy domingo: “Yahveh (Dios) es mi Pastor, nada me falta. Por prados de fresca hierba me apacienta. Hacia las aguas de reposo me conduce, y conforta mi alma; me guía por senderos de justicia, en gracia de su nombre. Aunque pase por valle tenebroso, ningún mal temeré, porque Tú vas conmigo; tu vara y tu cayado, ellos me sosiegan” (Sal 23, 1-4).  

Por eso cuando Cristo dijo de sí mismo, “Yo soy el Buen Pastor” (Jn 10, 11), a Israel le quedó plenamente claro que Jesús se revelaba como el mismo Dios que había venido a cuidar y a guiar a su pueblo. Más aún, el Señor expresa con estas contundentes palabras, la señal que nos permitirá reconocerlo a Él como a Dios-Pastor, en medio de su pueblo: “El Buen Pastor da su vida por sus ovejas” (Jn 10, 11). En efecto, el Señor Jesús, nos dio la prueba definitiva de que era Dios, el Buen Pastor, muriendo en la Cruz para salvarnos, y así darnos la vida eterna.  

El Señor Jesús, la única puerta de Salvación

Pasemos ahora a ver la imagen de la puerta, que es sumamente rica en significado, aunque a primera instancia nos parezca un tanto difícil de entender. Cuando Jesús afirma de sí mismo: “Yo soy la puerta” (Jn 10, 9), el Señor quiere decirnos que sólo a través de Él “entramos y salimos”, es decir, sólo por medio de Él entramos a la seguridad del redil, a la paz y a la calma, y sólo por medio de Él podemos salir para encontrar los pastos abundantes y el agua limpia donde saciar nuestra hambre y sed de felicidad y eternidad.

La imagen de la puerta significa entonces, que no hay perdón para nuestros pecados, ni salvación posible, fuera de Jesucristo, nuestro Señor. Sólo el que pasa por Él, y cree en Él, alcanza la reconciliación y entra en la Vida, “porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos, sino el de Jesús” (Hch 4, 12). Más todavía, la puerta es una bella imagen de la libertad que alcanzan todos aquellos que acogen a Jesús como su Señor: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos” (Jn 10, 9).

Ahora veamos las enseñanzas nos que nos dejan las imágenes del Buen Pastor y de la Puerta para nuestra vida en las actuales circunstancias que vivimos. En primer lugar, el Evangelio de hoy es una extraordinaria ocasión para que nos preguntemos qué tan buenas ovejas somos de Cristo. ¿Realmente conocemos al Señor Jesús por la fe y por el amor? ¿Obedecemos su voz y le seguimos? ¿Creemos en Jesús y le creemos a Jesús? En María Santísima tenemos un buen ejemplo para examinarnos, porque si bien Ella es la Madre del Buen Pastor, es también la más perfecta discípula-oveja del rebaño de su Divino Hijo. Por eso Jesús le hizo en vida la más hermosa de las alabanzas: “Dichosos los que oyen la Palabra de Dios y la guardan” (Lc 11, 28). Nadie como Santa María ha sido la más perfecta oyente, orante y actuante de la Palabra de su Hijo.

Ser buenos pastores para los demás

Si bien el pasaje del Evangelio de San Juan se aplica a los sacerdotes, llamados por Jesús a ser pastores según Su Corazón, y a apacentar y pastorear a Su Pueblo en su nombre, todos nosotros de alguna manera estamos revestidos de mayor o menor autoridad y por lo tanto somos pastores para otras personas: Los padres de familia para con sus hijos, los maestros para con sus alumnos, las autoridades civiles y militares para con su pueblo y personal, el jefe de una empresa o centro de labores para con sus trabajadores, el dirigente vecinal o comunal para con su comunidad, etc.

Por tanto, mirando las cualidades que Jesús describe y cumple en el pasaje del Buen Pastor preguntémonos: ¿Somos buenos pastores? ¿Nos preocupamos por los que están bajo nuestra responsabilidad? ¿Buscamos su interés o el nuestro? ¿Nos sacrificamos por aquellos que tenemos bajo nuestro cuidado hasta estar dispuestos a dar la vida por ellos? ¿Les dedicamos nuestra atención y servicio? En estos tiempos de lluvias e inundaciones, ¿me esfuerzo por servir y amar olvidándome de mí, y de esta manera busco aliviar el dolor, la necesidad, y la incertidumbre en la que tantos viven hoy en día?  

¿Acepto a Jesús como mi “puerta de salvación”?

De otro lado, la imagen de Cristo como la puerta, nos sitúa ante la decisión de aceptar o no a Jesús, como el Camino, la Verdad y la Vida (ver Jn 14, 6), es decir, como el único Camino a recorrer, la única Verdad a ensayar y la única Vida a vivir.

Ciertamente Jesús es una puerta estrecha y exigente, pero como Él mismo nos lo dice: “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella” (Lc 13, 24).

Dentro de todo lo malo, la actual situación de emergencia que vivimos ha traído cosas buenas, y una de ellas es valorar lo que realmente es más importante en la vida: Nuestra fe en Jesús, el Buen Pastor y Puerta de la Salvación, como el Único que nos da felicidad, seguridad, defensa, y nos conduce a los pastos eternos. 

Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones

Finalmente, hoy la Iglesia celebra en el mundo entero la Jornada de Oración por las Vocaciones, y hace un llamado especial a orar por las vocaciones sacerdotales y consagradas. El sacerdote está llamado a ser pastor en medio del Pueblo de Dios, o como le gusta decir al Papa Francisco, un pastor que esté adelante, en el medio y detrás del rebaño, para que así tenga “olor a oveja”.

El sacerdote recibe un don sagrado para pastorear y apacentar a los fieles en el nombre del mismo Jesucristo, y para darles vida con la Palabra y con los Sacramentos. El sacerdote sabe que siendo Cristo el único pastor de las ovejas, ha sido llamado y escogido por Jesús, sin mérito de su parte, para prolongar en el tiempo la misión del Buen Pastor: Enseñar, Santificar, y Apacentar a las ovejas de Cristo con su mismo amor.

A lo largo de estas semanas, he venido visitando diversos lugares de nuestra Arquidiócesis llevando ayuda, y una vez más he podido constatar la gran necesidad que hay de más sacerdotes y personas consagradas en nuestra Iglesia particular. Cómo hay comunidades en nuestras zonas rurales que carecen de la presencia estable de un sacerdote que les celebre la Santa Misa todos los domingos, y no sólo algunas veces durante el año, y que además les administre permanentemente los demás sacramentos, y les proclame la Palabra de Dios en la Eucaristía y en la Catequesis.

Por eso, pidamos hoy fervientemente para que el Señor suscite muchas vocaciones sacerdotales, y consagradas, para Piura y Tumbes, para el Perú y el mundo entero, para que así sigan cumpliéndose en nuestro tiempo las palabras de Jesús: “He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10).    

San Miguel de Piura, 30 de abril de 2023
IV Domingo de Pascua
Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones

Puede descargar el PDF conteniendo la homilía de nuestro Arzobispo AQUÍ

Puede ver el video de la esta Santa Misa AQUÍ 

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