Con la imposición de las cenizas, se inicia la Cuaresma particularmente relevante para todo cristiano que quiera prepararse dignamente para la vivir el Misterio Pascual, es decir, la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor Jesús. Las cenizas son obtenidas al quemar las palmas usadas en el Domingo de Ramos del año anterior.
Este tiempo vigoroso del Año Litúrgico se caracteriza por el mensaje bíblico que puede ser resumido en una sola palabra: “metanoeiete”, es decir “Convertíos”. Este imperativo es propuesto a la mente de los fieles mediante el rito austero de la imposición de ceniza, el cual, con las palabras “Convertíos y creed en el Evangelio” y con la expresión “Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás”, invita a todos a reflexionar acerca del deber de la conversión, recordando la inexorable caducidad y efímera fragilidad de la vida humana, sujeta a la muerte.
La sugestiva ceremonia de la ceniza eleva nuestras mentes a la realidad eterna que no pasa jamás, a Dios, principio y fin, alfa y omega de nuestra existencia. La conversión no es, en efecto, sino un volver a Dios, valorando las realidades terrenales bajo la luz indefectible de su verdad. Una valoración que implica una conciencia cada vez más diáfana del hecho de que estamos de paso en este fatigoso itinerario sobre la tierra, y que nos impulsa y estimula a trabajar hasta el final, a fin de que el Reino de Dios se instaure dentro de nosotros y triunfe su justicia.
Sinónimo de “conversión” es así mismo la palabra “penitencia”. Penitencia como cambio de mentalidad. Penitencia como expresión de libre y positivo esfuerzo en el seguimiento de Cristo.
Hoy en día, y con el fin garantizar la seguridad de fieles y sacerdotes ante la pandemia de coronavirus, la Iglesia ha dado indicaciones especiales sobre cómo se impondrá la ceniza: “pronunciada la oración de bendición de las cenizas y después de asperjarlas, sin decir nada, con el agua bendita, el sacerdote se dirige a los presentes, diciendo una sola vez para todos la fórmula del Misal Romano: Convertíos y creed en el Evangelio, o bien: Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás». A continuación, “el sacerdote se limpia las manos y se pone la mascarilla para proteger la nariz y la boca, después impone la ceniza a cuantos se acercan a él o, si es oportuno, se acerca a cuantos están de pie en su lugar. El sacerdote toma la ceniza y la deja caer sobre la cabeza de cada uno, sin decir nada”.