«UNA SANTIDAD TAN ORDINARIAMENTE EXTRAORDINARIA»

Arzobispo celebra Santa Misa en la Solemnidad de San Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador de la Universidad de Piura

27 de junio de 2022 (Oficina de Prensa).- Nuestro Arzobispo Metropolitano Monseñor José Antonio Eguren, S.C.V., presidió la Santa Misa con ocasión de celebrarse la Fiesta de San Josemaría Escrivá de Balaguer, Fundador y Primer Gran Canciller de la Universidad de Piura (UDEP). La Eucaristía se realizó en la Ermita de esta casa superior de estudios, donde estuvieron presentes el Dr. Antonio Abruña Puyol, Rector de la universidad, quien estuvo acompañado por los miembros del consejo superior.

Participaron de la Santa Misa el R.P. Ricardo González Gatica, Capellán Mayor de la UDEP y demás capellanes universitarios. Asistieron también los miembros numerarios, supernumerarios y cooperadores del Opus Dei, junto a sus familias, así como los catedráticos, alumnos, exalumnos, bienhechores y amigos de la Universidad de Piura quienes con especial regocijo y agradecimiento se reunieron, tras dos años de no haber podido hacerlo a causa de la pandemia, para celebrar la festividad de su fundador.

A continuación compartimos con ustedes la homilía que pronunció nuestro Arzobispo en la Santa Misa con ocasión de la Solemnidad de San Josemaría:

“Una santidad tan ordinariamente extraordinaria”

San Josemaría Escrivá de Balaguer, Fundador

Excelentísimo Señor Rector Magnífico de la Universidad de Piura, estimado Doctor y Amigo, Don Antonio Abruña Puyol.

Distinguidos miembros del Consejo Superior de la Universidad.

Reverendo Padre Capellán Mayor de la Universidad, don Ricardo González Gatica.

Queridos sacerdotes de la Obra, Numerarios, Super Numerarios, Cooperadores, Amigos y benefactores del Opus Dei.

Estimados alumnos, profesores, trabajadores, y colaboradores de la Universidad de Piura.

Hermanos todos en el Señor Jesús y Santa María.

Con profunda alegría y gratitud a Dios, nos hemos reunido para dar gracias al Señor por la santidad de San Josemaría, Fundador del Opus Dei, y Fundador y Primer Gran Canciller de la Universidad de Piura, cuya fiesta litúrgica celebramos el día de ayer, domingo 26 de junio.

Nuestra  alegría se hace más viva cuando, gracias a Dios y después de dos años, podemos reunirnos en esta hermosa “Ermita del Campus”, corazón de la Universidad de Piura. Ciertamente en esta Santa Misa recordamos especialmente a los veintiséis miembros de la familia de la Universidad, entre familiares, alumnos, docentes, trabajadores de limpieza, personal de mantenimiento, y amigos, que han sido llamados a la presencia del Señor durante los años más duros de la pandemia.   

San Josemaría, nació un 09 de enero de 1902. Fue el segundo de los seis hijos que tuvieron José Escrivá y María Dolores Albás. Sus padres, fervientes católicos, lo bautizaron el día 13 del mismo mes y año de su nacimiento, transmitiéndole su fe cristiana y de manera especial el amor a la confesión sacramental, a la comunión eucarística frecuente, el recurso diario y confiado a la oración, el amor filial a la Santísima Virgen María, y la caridad a los más pobres y necesitados. Sin lugar a dudas cuando el hogar es verdaderamente cristiano, éste es cuna de vocaciones sacerdotales y de santos.

Recibe la ordenación sacerdotal, el 28 de marzo de 1925, y funda el Opus Dei, el 02 de octubre de 1928, bajo la protección de todos los Santos Ángeles Custodios. Después de haber llevado una vida de intenso amor a Dios y a los hermanos, y de haber realizado una obra apostólica impresionante, fallece en Roma, el 26 de junio de 1975. Varios miles de personas, entre ellas un gran número de obispos de distintos países, solicitaron a la Santa Sede la apertura de su causa de canonización.

San Juan Pablo II, beatifica a Josemaría Escrivá de Balaguer el 17 de mayo de 1992, y lo proclama Santo diez años después, el 06 de octubre de 2002, en la plaza de San Pedro en Roma, ante una gran multitud. En aquella ocasión el Papa Santo dijo de manera especial a los miembros del Opus Dei: “Siguiendo sus huellas, difundid en la sociedad, sin distinción de raza, clase, cultura o edad, la conciencia de que todos estamos llamados a la santidad”.[1]

San Josemaría fue precursor de lo que muchos años después proclamaría solemnemente el Concilio Vaticano II: La Universal Vocación a la Santidad en la Iglesia, exigencia del don de nuestro Bautismo.[2] Efectivamente todos sin excepción, estamos llamados a la santidad, la cual no es exclusividad de unos cuantos, sino vocación de todo bautizado.

Tocado profundamente por el Espíritu Santo, San Josemaría no sólo se quedó en esta certeza, sino que además plasmó un camino concreto para que pudiéramos desplegar nuestro llamado a la santidad de manera efectiva y segura, siempre en activa cooperación con la gracia: La santificación en el trabajo profesional y en el cumplimiento de los deberes ordinarios del cristiano. Para San Josemaría, todos los momentos y circunstancias, así como el fiel cumplimiento de los deberes ordinarios de la vida, son ocasión preciosa para encontrar, amar, y servir al Señor, a la Iglesia, y a los hermanos, con alegría y sencillez.

Para él, la santidad no consiste en acumular prácticas exteriores, sino más bien, procurar llenar de espíritu de oración lo que realizamos; de cultivar la presencia de Dios con cariño; y de vivir con alegría la realidad luminosa de nuestra condición de hijos de Dios, iluminando así los caminos de la tierra con la luz de la fe y del amor.

El ideal que proponía, consistía en elevar, con la gracia de Dios, todas nuestras acciones al plano sobrenatural, convirtiéndolas así en instrumentos de santificación y de apostolado. De esta manera, para San Josemaría, las ocupaciones más diversas, podían y debían convertirse en ocasiones de orar, de encontrarse con Dios, de adorarle, amarle, y servirle.

En palabras de San Juan Pablo II: “San Josemaría fue elegido por el Señor para anunciar la llamada universal a la santidad y para indicar que la vida de todos los días, las actividades comunes, son camino de santificación. Se podría decir –afirma San Juan Pablo II– que fue el santo de lo ordinario. En efecto, estaba convencido, de que, para quien vive en una perspectiva de fe, todo ofrece ocasión de un encuentro con Dios, todo se convierte en estímulo para la oración. La vida diaria, vista así, revela una grandeza insospechada. La santidad está realmente al alcance de todos”.[3]

A su vez, el entonces Cardenal Joseph Ratzinger, posteriormente Benedicto XVI, dirá sobre la misión de San Josemaría de anunciar la vocación universal a la santidad que, “la santidad es este contacto profundo con Dios, este hacerse amigo de Dios: es dejar actuar al Otro, al único que puede hacer que el mundo sea bueno y feliz. Por consiguiente, si San Josemaría dice que todos están llamados a ser santos, me parece que en el fondo está reflejando esta experiencia personal suya de no haber hecho por sí mismo cosas increíbles, sino de haber dejado actuar a Dios”.[4]

A su vez, el Santo Padre, el Papa Francisco, afirmará que, San Josemaría tuvo la renovada certeza de que el creyente, en virtud del bautismo que lo incorpora a Cristo, está llamado a ser santo y a colaborar con su trabajo cotidiano a la salvación de la humanidad, y que la fecundidad del apostolado está en la oración y en una vida sacramental intensa.[5]

El mensaje de San Josemaría, suscitado por el Espíritu Santo en el siglo XX, y que difunde por doquier el Opus Dei, es sin lugar a dudas trascendental para el tercer milenio de la fe, como claramente lo señala el Decreto Pontificio sobre la heroicidad de sus virtudes: “Este mensaje de santificación en y de las realidades terrenas resultó providencialmente actual en la situación espiritual de nuestra época, tan interesada en exaltar los valores humanos, pero también tan inclinada a caer en una visión inmanentista del mundo separado de Dios. Por otra parte, al invitar al cristiano a buscar la unión con Dios a través del trabajo, tarea y dignidad perenne del hombre en la tierra, esta actualidad está destinada a perdurar más allá de los cambios de los tiempos y de las situaciones históricas, como fuente inagotable de luz espiritual”.[6]

Muchas cosas más podríamos decir de la santidad de San Josemaría, pero para concluir estas sencillas reflexiones bástenos decir que fue un Santo de gran humanidad, que acogía a todos sin distinción alguna, como un padre a sus hijos, porque cada hombre es único, insustituible. Cada uno vale toda la sangre de Cristo”.[7] Por ello San Josemaría impulsó muchas obras de evangelización y de promoción humana a favor de los más pobres.

Que fue un sacerdote ejemplar, entregado totalmente a su ministerio sacerdotal, porque como él decía a los sacerdotes, “es preciso estudiar constantemente la ciencia de Dios, orientar espiritualmente a tantas almas, oír muchas confesiones, predicar incansablemente y rezar mucho, mucho, con el corazón siempre puesto en el Sagrario”.[8]

Que fue un Santo que enseñó que Cristo debe ser la cumbre de toda actividad humana, que amó apasionadamente al mundo, con un “amor redentor”, haciendo una opción por el mundo que Dios quiere en su divino plan, alentando a los laicos a que desde su fe tengan una activa presencia en todas las profesiones y fronteras más avanzadas del desarrollo, para fortalecer así la armonía entre fe y cultura, tarea sumamente urgente para los tiempos que vivimos.

Que fue un Santo, amante apasionado de la Eucaristía, (que) vivió el Sacrificio del Altar como «centro y raíz de la vida cristiana». (Que) fue apóstol incansable del Sacramento de la Penitencia; y delicadamente devoto de María, «Madre de Dios y Madre nuestra», de San José y de los Ángeles Custodios. Amaba con todas las fuerzas de su corazón sacerdotal a la Iglesia, y se ofrecía en holocausto de reparación y penitencia por los pecados con los que las criaturas manchan su rostro materno”.[9]

Por eso hoy estamos alegres, y en esta Santa Misa elevamos nuestra acción de gracias al Señor por el don de una santidad tan ordinariamente extraordinaria.

No quiero concluir estas palabras sin expresar mi gratitud, como Pastor de esta Arquidiócesis Metropolitana de Piura, a los hijos espirituales de San Josemaría, que fieles a su Padre Fundador, desde hace cincuenta tres años, trabajan infatigablemente en estas tierras piuranas dando un testimonio luminoso de fe, según su ejemplo y enseñanzas. Tengan la seguridad que siempre los acompaño con mi oración, en la que pido por todos ustedes, y pido además por la fecundidad apostólica de sus diversas obras, para que a Dios sea toda la gloria. ¡Cor Mariae dulcissimum, iter para tutum! “Corazón Dulcísimo de María, prepáranos un camino seguro”. Que así sea. Amén.

San Miguel de Piura, 27 de junio de 2022

Misa con ocasión de la
Solemnidad de San Josemaría Escrivá de Balaguer, Fundador.
Ermita de la Universidad de Piura

[1] San Juan Pablo II, Homilía en la Canonización del Beato Josemaría Escrivá de Balaguer, 06-X-2002.

[2] Ver Constitución Dogmática Lumen Dei, Capítulo V (nn. 39-42).

[3] San Juan Pablo II, Discurso a los Participantes en la Canonización de San Josemaría, 07-X-2002.  

[4] Joseph Card. Ratzinger, L’Osservatore Romano, edición del 06-X-2002.

[5] S.S. Francisco, Mensaje a los a los participantes en un Congreso Internacional sobre San Josemaría celebrado en Roma, 28-XI-2013.

[6] Congregación para la Causa de los Santos, Decreto Pontificio sobre el ejercicio heroico de las virtudes del Siervo de Dios Josemaría Escrivá de Balaguer, Roma, 09-IV-1990.

[7] San Josemaría Escrivá de Balaguer, Es Cristo que pasa, n. 80.

[8] San Josemaría Escrivá de Balaguer, Homilía Sacerdote para la eternidad, 13-IV-1973.  

[9] Congregación para la Causa de los Santos, Decreto Pontificio sobre el ejercicio heroico de las virtudes del Siervo de Dios Josemaría Escrivá de Balaguer, Roma, 09-IV-1990.

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