Locales

MIGUEL GRAU: ¡ÉL Y EL HUÁSCAR SON EL PERÚ SOBRE EL MAR!

 08 de octubre (Oficina de Prensa).- En el marco de las celebraciones por el 191° aniversario de la creación de la Marina de Guerra del Perú y del 133° aniversario del Glorioso Combate de Angamos, Monseñor José Antonio Eguren Anselmi, S.C.V., Arzobispo Metropolitano de Piura, tuvo a su cargo la Acción Litúrgica, en la ceremonia central realizada el día de hoy en la Plaza Grau de nuestra ciudad con la presencia de las máximas autoridades civiles y militares de la región. A continuación la Oración Patriótica completa:

ORACIÓN PATRIÓTICA

EN EL DÍA DEL COMBATE DE ANGAMOS

                               8 de Octubre

Celebramos hoy el 191° aniversario de la creación de la Marina de Guerra del Perú y del 133° aniversario del glorioso Combate Naval de Angamos. La Providencia Divina ha querido que se unan en una sola fecha dos acontecimientos trascendentales para el Perú: la fecha de creación de su Marina de Guerra y la inmortal gesta del Glorioso Combate Naval de Angamos. De esta manera el nacimiento y la madurez de nuestra Armada Nacional se enlazan en un solo día, ya que lo que un 8 de octubre de 1821 nació, un 8 de octubre de 1879 llegó a su plenitud.

Hoy, rendimos emocionado homenaje a nuestros marinos de guerra, herederos del heroísmo y de las tradiciones navales más excelsas del Gran Almirante del Perú y Peruano del Milenio, don Miguel María Grau Seminario, y de sus compañeros en la gloria como Elías Aguirre, Diego Ferré, José Melitón Rodríguez, y Enrique Palacios entre otros.

 Todo en Grau es excepcional: su apasionado amor al Perú que lo lleva hasta la entrega de su vida por la Patria. Su entrega constante más allá del deber que hace de él la encarnación del patriotismo. Su espíritu cívico de buen ciudadano que lo conduce a incursionar en la política con decencia, ética y justicia. Su honradez en la casa y en su buque.

Su amor fiel y cariñoso a su amada esposa Dolores y su preocupación permanente y amor tierno por sus hijos incluso en plena Guerra del Pacífico. Es sobresaliente marino y a la vez extraordinario esposo y padre. Vive alejado de toda, vanidad, egoísmo, odio y sensualidad y es más bien modesto, humilde y buen amigo. Frente a los homenajes que recibe en Lima, cuando regresa brevemente de su campaña naval responderá: “Yo no soy sino un pobre marino que trata de servir a su Patria…Todo lo que puedo ofrecer en retribución de estas manifestaciones abrumadoras es que si el Huáscar no regresa triunfante al Callao tampoco yo regresaré”.

Carece de los vicios y taras que solemos tener los peruanos como son la rivalidad, la improvisación, el desorden, la adulación, la inmoralidad y la mezquindad. Grau hizo del legendario Monitor “Huáscar” no sólo el mejor barco de nuestra débil escuadra de aquel entonces, sino la única espada y el solo escudo del Perú que solitariamente por seis meses ridiculizó y puso en jaque a la poderosa escuadra chilena retrasando durante todo ese tiempo la invasión a nuestro sacrosanto territorio. Grau tuvo el coraje y la inteligencia de organizar y disciplinar a su tripulación, así como la iniciativa, destreza y exactitud para conocer, medir y actuar en cada situación. ¡Él y el Huáscar son el Perú sobre el mar!

Durante la guerra no se dejó arrastrar por las bajas pasiones sino que supo unir, al deber de la defensa de su Patria, la nobleza y la caballerosidad que lo hicieron merecedor al justo título del “Caballero de los Mares”.

Así junto con una conmovedora carta a doña Carmela Carvajal de Prat, le envío la espada y demás prendas de su querido esposo Arturo. Salvó a los chilenos náufragos de La Esmeralda que agradecidos gritaron: “Viva el Perú generoso”. Perdonó al Matías Causiño y evitó la destrucción de poblaciones indefensas. En el combate y la lucha, Grau supo poner la luz de la humanidad, hasta tal extremo que sus adversarios nunca lo pudieron odiar.

¿Qué hizo posible que surgiera en el Perú una personalidad así de rica y fecunda? Sin lugar a dudas fue su vivencia religiosa y su visión trascendente de la vida. Es en su fe cristiana donde se asienta y construye el edificio de su extraordinaria personalidad. Grau es un creyente en la Iglesia Católica, y vive las virtudes cristianas que fecundan y elevan sus virtudes humanas. Grau es el marino que se confiesa con el Padre Pedro Gual en el Convento de los Descalzos y sale del Callao con el convencimiento de que su muerte no está lejana.

Su amigo Carlos Elías en su evocación del Gran Almirante dirá: “Sus principios religiosos le honraban. Había aprendido a adorar a Dios en la inmensidad del océano; y en las majestuosas tempestades de los mares, había divisado como los destellos luminosos de la manifestación divina. Por eso antes de salir a campaña fue humilde a inclinarse ante un ministro del altar, y así se llevó al combate su alma pura, y su conciencia tranquila”1.

 A Francisco Paz Soldán, el Caballero de los Mares le dirá antes embarcarse en su viaje a la gloria: “Me voy para no volver. Esta mañana he comulgado en los Descalzos, y estoy preparado para entregar mi alma a Dios”. Monseñor José Antonio Roca y Boloña dirá de su entrañable amigo en su Oración Fúnebre pronunciada en la Basílica Catedral de Lima con ocasión de las Exequias en honor a los mártires del “Huáscar”: “Que Miguel Grau era, señores, un guerrero cristiano. Hombre de fe, toda su confianza se cifraba en Dios”2.

Sí, es en su vida cristiana, en el cultivo responsable de su vida espiritual, donde encontramos la clave para comprender la rica personalidad del Almirante don Miguel Grau Seminario y su capacidad de donarse por la Patria, hasta vivir la máxima evangélica: “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos” (Jn 15, 13).

El Almirante Miguel María Grau Seminario, se presenta ante nosotros como el modelo de todo peruano y piurano, ya que es hijo de estas cálidas tierras del Norte del Perú. Su sólo nombre inspira respeto, admiración y un ideal a seguir. Grau expresa las potencialidades que, a pesar de todo, hay en nosotros, en cada corazón peruano y marca un horizonte de esperanza que los peruanos sí podemos alcanzar una talla de grandeza espiritual y moral que nos permita construir el Perú justo y reconciliado con el cual nuestros santos y héroes soñaron y por el cual dieron sus vidas.

En el acceso a la cripta del Gran Almirante ubicada en la Escuela Naval del Perú, se lee la siguiente inscripción: “Cadetes Navales, seguid su ejemplo”. En los tiempos actuales que vive el Perú me permito decir a los todos peruanos con uniforme o sin él: “Peruanos, sigamos su ejemplo”, y así haremos de nuestra Patria la casa y escuela de la comunión, donde reinen la fraternidad, la solidaridad, la justicia y el desarrollo integral.

Quiero concluir esta Oración Patriótica con las palabras finales del discurso que pronunciara el Doctor Don José Luis Bustamante y Rivero, Presidente Constitucional del Perú durante la inauguración del monumento a don Miguel Grau en Lima:

“Almirante: la dimensión de vuestra hazaña se ha agrandado en el tiempo. En la lejana perspectiva es Angamos un símbolo de gigantes contornos y de perennes enseñanzas. Allí tuvo su triunfo el poder del espíritu sobre la mezquindad de la materia. Disponíais de medios limitados y frágiles; mas vuestro aliento supo darles eficacia y grandeza. Vuestra nave minúscula ha crecido, Almirante; y hay un sutil poder de fuego que envidian los cañones en el silencio austero de sus cubiertas desmanteladas. No fue infructuoso vuestro sacrificio ni un vano gesto de inmolación de quienes con vos cayeron en la brega; vuestras sombras augustas presiden nuestros mares; y hay un altar para vuestro busto en cada nave de nuestra flota, y un rincón de emoción en cada pecho de nuestros marinos. La Armada del Perú, cifra su orgullo en vuestra memoria; y la Nación, espiritualmente congregada al pie de este monumento, os dice con acento de estremecida gratitud: ¡Gloria a Vos, Almirante!

 

San Miguel de Piura, 08 de octubre de 2012

 

 

1.- José Agustín de la Puente, "Miguel Grau", p. 236; Instituto de Estudios Histórico – Maritimos del Perú, 2003.

2.- Mons. José Antonio Roca Y Boloña, Oración Fúnebre pronunciada en la Santa Iglesia Catedral de Lima al oficiarse las exequias fúnebres en honor de los mártires del "Huascar".

 

Compartir: