30 de diciembre de 2022 (Oficina de Prensa). – Hoy se celebra la fiesta de la Sagrada Familia y la Iglesia nos invita a mirar a José, a María y al Niño Jesús como modelos para la vida cotidiana. En este día, Dios nos brinda nuevamente el modelo pleno de amor familiar al presentarnos a Jesús, María y José, la Sagrada Familia, que nos habla de todo aquello que cada familia anhela auténtica y profundamente. Nuestro Arzobispo Metropolitano ha preparado una homilía para esta especial fecha en la que ha reflexionado en la importancia de la familia como institución dispuesta por Dios.
En su homilía, Monseñor Eguren nos recuerda que: «La familia, fundada en el matrimonio entre un varón y una mujer, constituye el ámbito de formación integral de los futuros ciudadanos de un país. Es en la familia donde se inculcan, desde los primeros años de vida, las virtudes humanas como la veracidad, la honradez, la responsabilidad, la generosidad y la fraternidad. Es en el seno de la familia donde el patrimonio de la Patria llega a nosotros, despertándose en nuestro interior el respeto, la veneración y el amor por nuestra Nación. Es en la familia donde la fe cristiana se transmite de padres a hijos, para que éstos les descubran la belleza de lo que significa ser cristiano».
A continuación, compartimos la Homilía que nuestro Pastor ha preparado para hoy:
La Sagrada Familia de Nazaret
“Familia pobre y divina, mucha unión, ninguna espina”
Dentro de la “Octava de Navidad”, celebramos el día de hoy la fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret, de Jesús, María y José. Es muy oportuna su celebración en este tiempo en que celebramos el misterio de la Encarnación-Nacimiento del Hijo de Dios de María la Virgen, pero también debido a que la familia viene sufriendo en nuestros tiempos un sinnúmero de ataques que la han llevado a una gran crisis y deterioro. Ante esta situación, la Iglesia nos recuerda que el Hijo de Dios se encarnó y nació en el seno de una familia, para enseñarnos que la familia es la institución dispuesta por Dios para la venida a este mundo de toda persona o ser humano.
El Evangelio de hoy (ver Mt 2, 13-15.19-23) nos manifiesta que el Verbo Eterno del Padre, se hizo hombre y nació de una mujer en el seno de una familia estable. La familia es lo más grande que toda persona posee. Por algo siempre que hay una ocasión importante, hacemos mención agradecida y emocionada del don de nuestros padres, hermanos, e incluso de nuestros abuelos. Jesús nació en la pobreza más absoluta, en un establo, que es un lugar reservado para los animales, porque no había sitio para ellos en la posada (ver Lc 2, 7). Pero si bien esto fue así, observamos que Jesús contaba en cambio con una riqueza mucho mayor a la pobreza material en la cual nació: El amor de su Madre Santa María y de San José.
La mayor riqueza de cualquier familia es cuando ella está unida en el amor: “Jesús nace en el pesebre y allí nos recuerda que no tuvo a nadie alrededor, sino a aquellos que lo querían: María, José y los pastores; todos eran pobres, unidos por el afecto y el asombro; no por riquezas y grandes posibilidades. El humilde pesebre, por tanto, saca a relucir las verdaderas riquezas de la vida: no el dinero y el poder, sino las relaciones y las personas”.[1]
Como bien sabemos, la familia es la “escuela del más profundo humanismo”.[2] Ello significa que, en su seno, la persona humana, “recibe las primeras nociones sobre la verdad y el bien, aprende qué quiere decir amar y ser amado y por consiguiente que quiere decir ser una persona”.[3] Es en ella, donde el ser humano aprende a vivir la dimensión de encuentro y comunión según el Plan de Dios.
La familia, fundada en el matrimonio entre un varón y una mujer, constituye el ámbito de formación integral de los futuros ciudadanos de un país. Es en la familia donde se inculcan, desde los primeros años de vida, las virtudes humanas como la veracidad, la honradez, la responsabilidad, la generosidad y la fraternidad. Es en el seno de la familia donde el patrimonio de la Patria llega a nosotros, despertándose en nuestro interior el respeto, la veneración y el amor por nuestra Nación. Es en la familia donde la fe cristiana se transmite de padres a hijos, para que éstos les descubran la belleza de lo que significa ser cristiano.
No hay nada que pueda sustituir el valor formativo de crecer en un ambiente familiar bien constituido. Pero, para que la familia sea la “escuela del más profundo humanismo”, se hace necesaria la estable y activa presencia del padre y la madre en la educación de sus hijos, sin que ello signifique para la mujer la renuncia a su legítima promoción social. Hay que ser claros: Papá más Mamá. Ni progenitor A, ni progenitor B. Papá y Mamá: No hay nada mejor para un hijo. Sólo así, la persona, como sujeto y centro de relaciones, puede experimentar un desarrollo plenamente humano.
En nuestro Evangelio de hoy, debemos advertir que éste nos presenta una familia en la cual el padre, San José, tiene la responsabilidad y la decisión. La madre, María, vela por la vida y la protege, y el amor fiel entre ambos constituye el ambiente adecuado en el que el Niño Jesús se desarrolla y crece. Ante la amenaza de Herodes que quiere matar al Niño, es a José a quien se dirige la orden del Ángel: “El Angel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle” (Lc 2, 13). A lo largo de la narración evangélica, se repite hasta en cuatro oportunidades, que es San José quien “toma al Niño y a su Madre”, para huir primero y regresar después de Egipto. Es San José, quien finalmente decide instalarse en Galilea, en la ciudad de Nazaret.
Naciendo en una familia estable, en la cual se vivía intensamente la experiencia del amor, el Hijo de Dios nos enseña que es un derecho de todo hombre ser concebido, nacer, y crecer en el seno de una familia en la cual el papá y la mamá se amen fiel y entrañablemente. En otras palabras: Para su desarrollo integral (tanto corporal como espiritual), toda persona debe experimentar en su vida diaria que su existencia es fruto del amor fiel de su padre y de su madre.
Ahora bien, los roles de paternidad, maternidad, filiación y hermandad, están en la base de cualquier sociedad, cristiana o no, y sin ellos toda sociedad va perdiendo consistencia y se vuelve anárquica. No podemos esperar una sociedad renovada en sus valores sin una profunda renovación de la familia, verdadera generadora y transmisora de vida y cultura. Cuando no existe una vida familiar sana no puede haber una vida social estable en ninguna nación, ni una vida vigorosa en la Iglesia.
Por ello, la defensa y promoción de la familia, es el mejor antídoto contra el deterioro moral de un pueblo, que añade a la pobreza material la pobreza espiritual que hunde en la desesperanza y disuelve el tejido social. Si los peruanos queremos darle un rostro verdaderamente humano a nuestro futuro, no podemos ignorar el don precioso de la familia, fundada sobre el matrimonio entre un varón y una mujer en un consorcio para toda la vida, que se ordena por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de los hijos. Nunca hay que olvidar que la Familia, es la célula primera y vital de la sociedad, y que el futuro de la humanidad se fragua en ella.
¿No será que la gran crisis de valores por la que atraviesa nuestra Patria, hunde sus raíces en la crisis de la familia? Por ello urge defender y promover la institución familiar si queremos un país fuerte en valores, y en convivencia fraterna y justa.
Mi deseo, con ocasión de la Fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret, es que nuestras familias sean comunidades íntimas de vida y amor; que los esposos cristianos no cesen de ser con sus vidas signo del amor fiel de Dios hasta la muerte; que vivan su vocación matrimonial, elevada por el Señor a la altísima dignidad de sacramento, como auténtico camino de santidad; que expresen su amor conyugal en una actitud de apertura generosa a la vida; y que eduquen a sus hijos en la fe. De esta manera testimoniarán que la verdadera libertad es aquella capaz de asumir un compromiso para siempre, en el que la libertad dándose, se vuelve a encontrar plenamente a sí misma.
Que la Familia de Nazaret sea el modelo en el que todas las familias hallen su sólido punto de referencia e inspiración. ¡Jesús, María y José, protejan a nuestras familias!
San Miguel de Piura, 30 de diciembre de 2022
Fiesta de la Sagrada Familia: Jesús, María y José
Octava de Navidad
[1] S.S. Francisco, Homilía de Nochebuena Natividad del Señor, 24-XII-2022.
[2] Ver Constitución Pastoral Gaudium et spes, n. 52.
[3] San Juan Pablo II, Carta Encíclica Centesimus annus, n.39.
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