01 de septiembre de 2022 (Oficina de Prensa).- Desde este domingo 04 de septiembre y hasta el domingo 11, se celebrará en nuestro País la Semana Nacional de la Familia, que año a año es impulsada por la Comisión Episcopal de Familia, Infancia y Vida de la Conferencia Episcopal Peruana. Este 2022, la jornada se desarrollará bajo el lema “El amor familiar: vocación y camino de santidad”.
Durante estos días, la Iglesia Católica en el Perú alienta a padres e hijos a reflexionar juntos, en que es ciertamente en la familia donde aprendemos a amar y a proteger la vida de cada uno de sus miembros. Es donde acogemos la concepción de los hijos, con ilusión, aun frente a las adversidades. En la familia enfrentamos las enfermedades, el sufrimiento y el dolor unidos en el amor de Cristo, poniéndonos en sus manos, con la confianza puesta en Quien nos ama incondicionalmente. Es también el espacio en el cual cuidamos de nuestros abuelos, aprendiendo siempre de ellos acerca de nuestra identidad y tradiciones, y muchas veces con ellos pronunciamos las primeras oraciones de la infancia.
A continuación, el texto completo del Mensaje que desde la Conferencia Episcopal Peruana se ha preparado con ocasión de esta importante jornada:
XXVIII JORNADA POR LA VIDA
“La familia es el primer lugar donde se aprende a amar”
Hoy, primer domingo de setiembre, la Iglesia en el Perú quiere celebrar en esta XXVIII Jornada por la Vida, el don precioso de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural, Celebramos esta jornada dentro del marco de la Semana Nacional de la Familia, con la frase “La familia es el primer lugar donde se aprende a amar” pronunciada por el Santo Padre en el X Encuentro Mundial de las Familias, celebrado en la ciudad de Roma en junio de este año.
Es ciertamente en la familia donde aprendemos a amar y a proteger la vida de cada uno de sus miembros. Es donde acogemos la concepción de los hijos, con ilusión, aun frente a las adversidades. En la familia enfrentamos las enfermedades, el sufrimiento y el dolor unidos en el amor de Cristo, poniéndonos en sus manos, con la confianza puesta en Quien nos ama incondicionalmente. Es también el espacio en el cual cuidamos de nuestros abuelos, aprendiendo siempre de ellos acerca de nuestra identidad y tradiciones, y muchas veces con ellos pronunciamos las primeras oraciones de la infancia.
Es importante, en los tiempos actuales, recordar la dignidad del matrimonio entre hombre y mujer como base para la construcción de la familia, estando abierta a la vida, para recibir a los hijos dentro de un marco de estabilidad, basado en el compromiso y lealtad de los padres, que tienen clara su vocación. La Iglesia, en su tradición y enseñanzas de nuestro Señor nos dice que «El matrimonio y el amor conyugal están ordenados por su propia naturaleza a la procreación y educación de la prole. Los hijos son, sin duda, el don más excelente del matrimonio y contribuyen sobremanera al bien de los propios padres»1. Lamentablemente la procreación ha sido desarraigada de su escenario natural e instrumentalizada al servicio de los antojos y egoísmos de las personas, lo que la hace por tanto sujeto de manipulación, viendo a los hijos como meros productos o casillero para marcar de una lista de metas en la vida social. Es también preocupante la banalización de las relaciones sexuales, sacándolas del espacio donde alcanza la mayor dignidad, que es el acto conyugal, viendo luego el embarazo como un resultado no deseado, y al concebido como un obstáculo, abriendo las puertas, primero a la anticoncepción y luego al aborto. Encontramos una especial iluminación en este tema en las enseñanzas de la encíclica Humanae Vitae, “En conformidad con estos principios fundamentales de la visión humana y cristiana del matrimonio, debemos una vez más declarar que hay que excluir absolutamente, como vía lícita para la regulación de los nacimientos, la interrupción directa del proceso generador ya iniciado, y sobre todo el aborto directamente querido y procurado, aunque sea por razones terapéuticas”2.
El Santo Padre, en la Exhortación apostólica Amoris Laetitia, nos vuelve a recordar la naturaleza procreativa del acto conyugal, su dignidad y el respeto a la vida, “Es verdad que la conciencia recta de los esposos, cuando han sido muy generosos en la comunicación de la vida, puede orientarlos a la decisión de limitar el número de hijos por motivos suficientemente serios, pero también, «por amor a esta dignidad de la conciencia, la Iglesia rechaza con todas sus fuerzas las intervenciones coercitivas del Estado en favor de la anticoncepción, la esterilización e incluso del aborto»”3.
Otro momento especial que se vive en la familia es el final de la vida, donde los miembros, frente a una enfermedad o la ancianidad, se reencuentran con las historias, los recuerdos, el dialogo y el perdón, con una mirada puesta en la esperanza de la vida eterna junto al Señor. Es triste observar cómo, en esta sociedad del descarte, estos momentos ya no se viven en familia, se evade el sufrimiento porque se ha perdido su sentido purificador y redentor. En estos últimos tiempos muchos gobiernos han implantado la eutanasia, llamándola erróneamente “muerte digna”, eliminando a los ancianos y personas con enfermedades terminales, o hasta a veces por depresión. “La eutanasia y el suicidio asistido son graves amenazas para las familias de todo el mundo. Su práctica es legal en muchos países. La Iglesia, mientras se opone firmemente a estas prácticas, siente el deber de ayudar a las familias que cuidan de sus miembros ancianos y enfermos.”4
Gracias a Dios, frente a estos retos morales, la Iglesia nos presenta siempre caminos de esperanza y misericordia. Estamos todos llamados a ser luz en la vida de los que sufren, de los que enfrentan dificultades, y es en la familia donde aprendemos a escuchar, acompañar y amar, teniendo siempre a la Sagrada Familia como modelo de virtudes.
Que nuestra Madre Santísima, nos enseñe a decir sí a la vida, sí a salir raudos en ayuda del necesitado, especialmente dentro de nuestras familias, primera comunidad de amor.
- Paulo VI, Humanae vitae 9
- Paulo VI, Humanae vitae 14
- Francisco, Amoris laetitia 42
- Francisco, Amoris laetitia 48
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