Nueva Ordenación Diaconal en nuestra Arquidiócesis
06 de agosto de 2016 (Oficina de Prensa).- En el marco del Año de la Misericordia que estamos viviendo y en el día en que la Iglesia celebra la Fiesta de la Transfiguración del Señor, Fr. Víctor Hugo Cruz Jaramillo de la Congregación de Padres Canónigos Regulares de la Inmaculada Concepción (CRIC) recibió el ministerio del diaconado de manos de Monseñor José Antonio Eguren Anselmi S.C.V., Arzobispo Metropolitano de Piura en la Santa Misa que se realizó en la Parroquia Nuestra Señora de Fátima del Asentamiento Humano del mismo nombre, la misma que fue concelebrada por varios sacerdotes de la comunidad CRIC. Estuvieron también presentes los familiares del nuevo diácono así como gran cantidad de fieles que se reunieron con gran alegría e inmenso gozo para participar de la celebración y acompañarlo en este día.
Al iniciar su homilía nuestro Pastor se dirigió al nuevo diácono explicándole lo que significa recibir el primer grado del sacramento del orden sacerdotal: “¿Cuáles son los alcances de tu servicio diaconal? Se trata de un servicio que deberás prestar ante todo en forma de ayuda al obispo y al presbítero, tanto en el culto divino como en el apostolado. Pero el servicio del diaconado se dirige, también, a la propia comunidad cristiana, es decir a la Iglesia, y en tu caso particular a tu comunidad de los Canónigos Regulares de la Inmaculada Concepción, con el cual deberás tener una profunda adhesión y entrega. Un servicio a Dios, a la Iglesia y a tu comunidad que se hace concreto en el servicio a la Palabra de Dios, a la Eucaristía y a los hermanos a través de la caridad fraterna”.
“Por ello -continúo Monseñor Eguren- en el ejercicio de tu ministerio diaconal sé portador de la esperanza del Evangelio. Frente a un mundo que muchas veces vive sumido en el temor, en la sospecha, en el sin sentido, en el relativismo, en la mediocridad, se portador de la esperanza cristiana, se testigo de la belleza del cristianismo en toda su anchura y profundidad, se anunciador valeroso del Señor Jesús, el hombre verdadero. Él y sólo Él, es la medida del verdadero humanismo. No hay que olvidar que en el Señor Jesús coinciden la verdad y el amor que llenan la vida del auténtico sentido por el cual vale la pena vivir”.
“Asimismo, en el ejercicio de tu ministerio diaconal sirve a la Eucaristía con piedad, con la cual entras a partir de hoy a tener una relación nueva y particular. Durante el tiempo de tu diaconado crece en tu amor por la Eucaristía. Acompaña diariamente a Jesús escondido en el Sagrario, adórale en la exposición solemne del Santísimo Sacramento, llévale con amor a los hermanos en la Sagrada Comunión, sobre todo a los enfermos y moribundos. Y trátale con mucha reverencia en el servicio del Altar para que así cuando llegue el momento en que seas ordenado sacerdote, con humildad y asombro le acojas cada día, pues Él mismo, obediente a tus palabras, descenderá del cielo a tus manos en el Santo Sacrificio de la Misa”.
En otro momento de su homilía nuestro Arzobispo lo exhortó: “Igualmente en el ejercicio de tu ministerio diaconal sirve a los más necesitados, frágiles y vulnerables, convirtiéndote en expresión viva y operante de la caridad de la Iglesia que es al mismo tiempo pan para el hambriento, luz y cooperación para el desarrollo integral de la persona humana y palabra y acción de justicia, según su doctrina social. Haz como hizo Jesús en la Última Cena: Ponte a los pies de los demás. Como decía San Juan Pablo II: «El diaconado compromete al seguimiento de Jesús, en esta actitud de humilde servicio que no se manifiesta sólo en las obras de caridad, sino que afecta y modela toda la manera de pensar y de actuar». Pero ten el convencimiento que no podrás vivir ninguna de estas tres dimensiones del diaconado sin la oración, gracias a la cual podrás ver el mundo con los ojos de Dios y amar a los hermanos con el corazón de Dios”.
“Hoy tu celibato ya asumido el día de tu profesión perpetua, adquiere una dimensión pública y solemne inherente a la vivencia del sacramento del orden, con la firme convicción que este don de Cristo a su Iglesia está en orden a que puedas unirte más íntimamente al Señor con un corazón indiviso y puedas dedicarte más libremente al servicio ministerial de Dios y de los hombres. Mi pedido en este día y siempre: cuida en todo momento tu pureza, porque el alma de un ministro sagrado debe ser más pura que los rayos del sol, para que el Espíritu Santo no lo abandone y para que pueda decir: «Ya no soy yo el que vive, sino que es Cristo quien vive en mí» (Gal 2, 20)”.
“Finalmente, llénate de amor filial por Santa María, y esfuérzate por amarla con los sentimientos nobles y puros del Sagrado Corazón de Jesús. Confíale particularmente ahora tu diaconado y mañana tu sacerdocio. Que Ella sea en todo momento, vida, dulzura y esperanza tuya. Refugio, consuelo y aliento en tu ministerio. Fuente de piedad y alegría, y sobre todo la Madre tierna de cuya mano siempre vayas al encuentro pleno de amor con Jesús, su divino Hijo”, concluyó Monseñor Eguren.