Al celebrarse el día de hoy, 7 de Junio, el 142° aniversario de la gloriosa epopeya de la Batalla de Arica y Día de la Renovación del Juramento de Fidelidad a la Bandera, vienen a mi memoria aquellas palabras que mis maestros solían decirnos en el colegio, sobre los colores de nuestra única bandera nacional:
“Roja por la sangre de nuestros héroes,
blanca por la pureza de nuestros santos”.
Así nos enseñaron de niños a comprender el sentido simbólico de los colores de nuestro glorioso pabellón nacional. Curiosamente, el color blanco está ubicado en el centro de nuestra bandera. ¿No querrá ello indicarnos que la identidad cultural del Perú tiene un innegable substrato cristiano y católico? ¿No querrá recordarnos que en el corazón de nuestra cultura está desde hace más de cinco siglos presente la huella viva del Evangelio del Señor Jesús que todo lo vivifica y eleva? ¿No da testimonio de ello la vida de nuestros santos, próceres y héroes, así como la profunda religiosidad cristiana de nuestro pueblo?
Por ello, ningún intento serio por comprender al Perú, puede prescindir de este sólido punto de referencia: La fe cristiana y católica, que mediante el proceso histórico de la evangelización constituyente integró los auténticos valores humanos y culturales de nuestro pasado milenario, uniéndolos a unos nuevos, y les dio su cohesión, identidad y despliegue, en un proceso denominado mestizaje cultural o síntesis viviente. Por ello, nuestra Constitución Política, reconoce que la Iglesia Católica ha sido y es un elemento decisivo en la formación histórica, cultural y moral del Perú (ver Art. 50).
Hoy en día, algunos pretenden redefinir al Perú como una república pluricultural. Si ello fuese así, el Perú no sería más que la suma, sin unidad alguna, de más de un proceso histórico, con más de una tradición, con más de una identidad, y cuyos habitantes solamente compartirían de manera fortuita un mismo territorio. Es decir, el Perú carecería de unidad, y estaría sumergido en un relativismo absoluto. Más aún, careceríamos de identidad nacional. Creemos más bien que el Perú, es una sola cultura heterogénea, es decir, una sola realidad cultural compuesta de varios elementos, con diversas maneras y expresiones de vivir lo peruano. Pretender desconocer esto, podría encaminar al Perú hacia el peligroso abismo de la anarquía, la desintegración, y el caos.
Esta ideologizada agenda que busca redefinir al Perú como una república pluricultural, recientemente ha tenido un grotesco intento de expresión, a través de la propuesta de una congresista de cambiar nuestra Bandera sustituyéndola por otra.
Ello evidencia que hay en marcha un plan totalitario comunista que busca acabar con nuestra libertad e independencia, así como con nuestros valores cívicos, morales y religiosos que sellan hondamente nuestra identidad peruana. Coadyuva o coopera a ello, la honda crisis moral en la que se encuentran las diversas instituciones del Estado, y los serios cuestionamientos a sus representantes, por las diversas denuncias de corrupción de las cuales son objeto.
A la congresista que ha tenido la ignorante temeridad de siquiera sugerir el cambio de nuestra bandera, hay que recordarle lo que establece el artículo 49 de nuestra Constitución Política: “Son símbolos de la Patria la bandera de tres franjas verticales con los colores rojo, blanco y rojo, y el escudo y el himno nacional establecidos por ley”.
Asimismo, hay que recordarle que nuestro sagrado pabellón rojo y blanco, flameó valiente y orgulloso en el legendario “Monitor Huáscar”, buque de nuestro Gran Almirante y Peruano del Milenio, el piurano, don Miguel Grau Seminario, y se consagró un día como hoy, hace 142 años, en el Morro de Arica, con el heroísmo del Coronel Francisco Bolognesi Cervantes, de Alfonso Ugarte, y de los oficiales y soldados peruanos que ofrendaron sus vidas en defensa de nuestra Patria, y de nuestra Bandera roja y blanca que la simboliza.
Por eso, nos viene muy bien recordar en este día, un fragmento del poema “La Bandera”, de don Enrique López Albújar:
“Fue bandera
la bandera roja y blanca,
la que altiva allá en el Morro
un adiós de muerte diera a la estrella solitaria,
la que allí fue sacrificio;
la que allí cayó en el ara
bautizada con la sangre del guerrero más heroico
que inmolóse, como un Cristo, por la redención peruana.
Fue bandera la que al tope
de la nave legendaria
por tres veces cayó herida,
como un ave ensangrentada,
y tres veces alzó el vuelo
entre nubes, entre truenos, entre rayos y entre salvas;
y cayó porque no había
ya una mano que la alzara
y cayó porque era justo
que a los cuerpos de sus hijos les sirviera de mortaja”.
Con cuánta razón afirmaba el gran pensador peruano, don Víctor Andrés Belaúnde, que hay dos lugares donde los peruanos siempre se reúnen dejando de lado sus diferencias, para fundirse en un gran abrazo de hermanos: Uno de ellos es debajo de la majestuosa sombra de nuestra Bandera roja y blanca, y el otro el Altar de la Eucaristía. Por ello, no permitamos jamás que, este sagrado símbolo, por el cual muchos héroes peruanos de invencible ardor entregaron sus vidas, sea cambiado, agraviado y mancillado.
No puedo concluir esta Oración Patriótica, sin hacerme eco de una reciente denuncia periodística que da cuenta del lamentable abandono en el que se encuentra el muelle peruano en Arica. La infausta Guerra del Pacífico nos costó mucha sangre, destrucción y sufrimiento. La heroica Tacna volvió al seno Patrio después de 50 años de injusto cautiverio, y los chilenos recién en 1999, suscribieron un Acta de ejecución de las cláusulas pendientes del Tratado de 1929, relativas al usufructo por parte del Perú de una zona enclavada en el Puerto de Arica. ¿Acaso los peruanos de hoy no valoramos el sacrificio y la inmolación de Bolognesi y sus heroicos soldados como para dejar abandonado algo tan simbólico?
Al conmemorar en este día la gloriosa Batalla de Arica, y a nuestra única Bandera, que sus colores nos recuerden que somos una sola realidad histórica, con un mismo pasado, con un presente común, y con una misma esperanza en un futuro mejor. Que su color rojo nos recuerde la entrega valiente, abnegada y sacrificada de tantos hombres y mujeres que, ayer como hoy, han ofrendado sus vidas por construir un Perú grande, justo y reconciliado. Que su color blanco nos recuerde la grandeza de nuestros santos, el tesoro que constituye nuestra fe cristiana y la impronta católica de nuestra peruanidad. No necesitamos de ideologías ajenas a nuestra realidad histórica y cultural para construir el presente y el futuro del Perú, y menos de aquellas ideologías que proclaman el odio, el rencor, el resentimiento y la violencia como motores de la historia, así como de aquellas que reducen al hombre a dimensiones económicas contrarias a su dignidad.
“Tengo deberes sagrados que cumplir, y los cumpliré hasta quemar el último cartucho”. Esta fue la respuesta llena de heroicidad y amor por la Patria, que el Coronel Francisco Bolognesi Cervantes dio al Sargento Mayor del ejército chileno, Juan José de la Cruz Salvo y Poblete, en la mañana del 5 de junio de 1880, dos días antes de la epopeya de Arica, en la histórica “Casa de la Respuesta”.
A pesar del tiempo transcurrido, estas palabras nos siguen estremeciendo y cuestionando hondamente. Y no fue menor la respuesta de los demás defensores de Arica, cuando uno a uno, por orden de graduación, fueron consultados, sin que se alzara ninguna voz discrepante: “Sí Juro. Cuando menos sea nuestra fuerza, más animoso debe ser nuestro corazón”. Y junto a Bolognesi cayeron regando con su sangre nuestro suelo patrio tantos héroes como Alfonso Ugarte, Juan Guillermo Moore, José Joaquín Inclán, Justo Arias Aragüez, Mariano Bustamante, Ricardo O’Donovan, Ramón Zavala, Armando Blondel, Felipe Zela, Fermín Nacarino, y cerca de 1,000 soldados peruanos.
Jorge Basadre, nuestro gran historiador republicano, nos dirá que a través de este sacrificio los defensores de Arica, “nos han dado ese aliento misterioso que debe acerar nuestra alma colectiva para enfrentar las dificultades”.
Que la valerosa respuesta de nuestros Héroes, llena de amor y sacrificio por el Perú y por su futuro, ilumine nuestra respuesta de vida en el hoy de nuestra Patria, para que dejando de lado nuestros intereses personales, agendas ideológicas, y egoísmos, nos comprometamos todos los peruanos, con uniforme o sin él, a lograr el bien de todos y de cada uno, especialmente de los más débiles y necesitados, porque todos somos verdaderamente responsables de todos. Sólo así edificaremos el Perú grande y solidario que nos reclaman la sangre de nuestros héroes, la pureza de nuestros santos, y los niños y jóvenes del Perú de hoy.
San Miguel de Piura, 07 de junio de 2022
142° Aniversario de la Gloriosa Batalla de Arica y
Día de la Bandera
Puede descargar el archivo PDF de esta Oración Patriótica AQUÍ