JORNADA POR EL DÍA DEL NIÑO POR NACER 2012 – HOMILÍA DEL SEÑOR ARZOBISPO METROPOLITANO DE PIURA

Como expresión de que el piurano es un pueblo culturalmente abierto a la vida, nos hemos reunido esta tarde para participar en esta Santa Misa que ofrecemos en el marco de las actividades organizadas por el “Día del Niño por Nacer”, jornada instituida en el Perú en el año 2002 gracias a la Ley 27654, dada por el Congreso de la República, en sintonía con lo que dice nuestra Constitución Política que “toda persona tiene derecho a la vida, a su identidad, a su integridad moral, psíquica y física y a su libre desarrollo y bienestar, y que el concebido es sujeto de derecho en todo cuanto le favorece” (Art 2, 1).

Quiero agradecer la presencia de todos ustedes. De manera especial saludo a las autoridades civiles y militares presentes, a los representantes de las diversas instituciones de Piura, a los sacerdotes concelebrantes, a las religiosas y religiosos, a las delegaciones de parroquias, colegios, movimientos eclesiales, y hermandades venidas a esta celebración eucarística, a los medios de comunicación social y a los piuranos y piuranas de buena voluntad que hoy nos acompañan. ¡Cómo no saludar esta tarde a los Niños por Nacer presentes con nosotros en los vientres de sus queridas mamás! Ellos los concebidos no nacidos, son los miembros más pequeños de nuestra sociedad, nuestros compatriotas más vulnerables y por tanto merecedores de todo nuestro amor que se traduce en defensa infatigable por su derecho inalienable a vivir y a nacer.

Hoy nos hacemos voz de los que aún no tienen voz pero que con su presencia en las barrigas de sus madres nos gritan: “Así como tú, yo también tengo derecho a vivir”. Por ello le pido a esta multitud de piuranos y piuranas congregada esta tarde para testimoniar que Piura defiende el valor sagrado de la vida, desde la concepción hasta el último suspiro con la muerte natural, a que junto con los Niños por Nacer todos digamos con fuerte voz: “Así como tú, yo también tengo derecho a vivir”.

Así como tú, yo también tengo derecho a vivir

Si hermanos, hoy estas palabras las pronuncia el concebido no nacido, el Niño por Nacer. Se las dice en primer lugar al Estado, que cree equivocadamente que bajo ciertas circunstancias debe despenalizar y legalizar el aborto. Se las dice a los grupos antivida quienes en alianza de muerte con poderosos intereses políticos y económicos internacionales, creen que bajo ciertos supuestos “derechos sexuales y reproductivos” debe reconocerse a las mujeres el “derecho a abortar”, es decir el derecho a matar. Se las dice a aquellas personas que por indiferencia, negligencia o ignorancia aprueban el aborto. Finalmente se las dirige sobre todo a su propia madre, a aquella que es la última depositaria de su esperanza de no ser eliminado y así poder nacer, crecer y vivir: “Mamá, así como tú, yo también tengo derecho a vivir”.

Tendencias culturales actuales

En relación a la vida naciente, hoy en día hay tendencias culturales que tratan de anestesiar las conciencias con motivaciones presuntuosas.

Casi todos nosotros hemos escuchado alguna vez los argumentos pro aborto. Argumentos que quieren dar paradójicamente la impresión de libertad, de derechos, de humanidad, hasta con un pretendido aire científico, pero que son argumentos tramposos que encierran siempre la muerte de un inocente.

Es bien conocido que respecto al embrión en el seno materno, “la ciencia misma pone de relieve su autonomía capaz de interacción con la madre, la coordinación de los procesos biológicos, la continuidad del desarrollo, la creciente complejidad del organismo. No se trata de un cúmulo de material biológico, sino de un nuevo ser vivo, dinámico y maravillosamente ordenado, un nuevo miembro de la especie humana. Así fue Jesús en el seno de María; así fue para cada uno de nosotros, en el seno de nuestra madre. Con el antiguo autor cristiano Tertuliano, podemos afirmar: «Ya es un hombre aquel que lo será» (Apologético, IX, 8); no existe ninguna razón para no considerarlo persona desde su concepción. (1)

Cada persona humana es una, única e irrepetible

Hoy en día, la persona humana es objeto de cálculo, es considerada bajo la categoría de la cantidad. Somos millares de millones en el mundo, se nos dice. Uno más en medio del montón. Pero la verdad es distinta: cada persona humana desde la concepción es una, única e irrepetible. Cada ser humano es alguien eternamente ideado y eternamente elegido por Dios; alguien llamado y conocido por su propio nombre (2).

Esta es la maravillosa experiencia que Dios le revela al profeta Jeremías en el relato de su vocación: “Antes que yo te formara en el seno materno, te conocí, y antes que nacieras, te consagré” (Jer 1, 5). Es también la estremecedora y bella realidad que experimenta y nos transmite el Salmista: “Tú has creado mis entrañas, me has tejido en el seno materno. Te doy gracias porque me has escogido portentosamente, porque son admirables tus obras; conocías hasta el fondo mi alma (Sal. 139, 13-14).

Ya en el siglo IV, San Cirilo de Jerusalén hacía la siguiente reflexión a los catecúmenos que se preparaban para recibir el bautismo: “¿Quién es el que ha preparado la cavidad del útero para la procreación de los hijos? ¿Quién ha animado en él al feto inanimado? ¿Quién nos ha provisto de nervios y huesos, rodeándonos luego de piel y de carne (ver Jb 10, 11) y, en cuanto el niño ha nacido, hace salir del seno leche en abundancia? ¿De qué modo el niño, al crecer, se hace adolescente, se convierte en joven, luego en hombre y, por último en anciano, sin que nadie logre descubrir el día preciso en el que se realiza el cambio?”. Y concluía: “estás viendo, oh hombre, al artífice; estás viendo al sabio Creador”. (3)

Dios nos ama de modo profundo, total, sin distinciones, de manera personal. Nos llama a la amistad con Él y nos hace partícipes de algo que trasciende todo pensamiento e imaginación posible: de su misma vida divina, eterna e inmortal. Por ello cada persona humana desde la concepción, tiene un valor incomparable, porque en cualquier fase o condición de su vida, resplandece un reflejo de la misma realidad de Dios.

Somos su imagen y semejanza (ver Gn 1, 26-27), hemos sido creados por Él y para Él. Y más todavía, “el Hijo de Dios, con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre…y en la misma revelación del misterio del Padre manifiesta plenamente el hombre al hombre y le descubre la grandeza de su vocación”. (4) Sólo Dios es Autor y Señor de la Vida y ninguno de nosotros puede arrogarse poder sobre ella. El mandamiento “No Matarás” (Ex 20, 13) mantiene toda su validez y vigencia.

Defender la vida desde la concepción

Sí hermanos: la vida humana desde su inicio hasta su término con la muerte natural, tiene un valor sagrado y cada ser humano tiene derecho a ver respetado totalmente este bien primero suyo. Más aún, “en el reconocimiento de este derecho se fundamenta la convivencia humana y la misma comunidad política”. (5)

Si hoy permitimos que el crimen del aborto se legalice en el Perú, mañana aberraciones como el terrorismo, la violencia contra la mujer, el infanticidio, el desprecio de los ancianos y los discapacitados con la eutanasia, la clonación, etc., se pueden terminar aprobando. O se defiende la vida de una manera absoluta desde la concepción o la cultura de la muerte nos destruirá. Y es que si negamos el derecho a la vida desde su origen después podemos hacer de cualquier persona algo utilizable a nuestro capricho y conveniencia y tomar decisiones sobre su vida a nuestro antojo y parecer.

Por eso el día de hoy, hago mío el apremiante llamado del Beato Juan Pablo II a la responsabilidad de todos y de cada uno: “respeta, defiende, ama y sirve a la vida, a toda vida humana, en particular a la naciente. Sólo siguiendo este camino encontrarás justicia, desarrollo, libertad verdadera, paz y felicidad”. (6)

El cristiano está llamado a promover el derecho a la vida

Sin lugar a dudas, toda persona que esté abierta sinceramente a la verdad y al bien, con la luz de la razón llega a descubrir en la ley natural escrita en su corazón el valor de la vida humana desde su inicio hasta su término, pero sobre todo el cristiano, es decir el creyente en Cristo, está llamado de modo particular a defender y promover este derecho.

Haciéndonos eco del Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI para la Cuaresma de este año, hagamos realidad el pedido del Papa de “fijarnos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras” (Hb 10, 24). Es todo un llamado a descubrirnos responsables de los demás, es decir a ser verdaderos “guardianes de los hermanos” (ver Gn 4, 9); a preocuparnos por su bien integral, tanto material como espiritual; “a no mostrarnos extraños, indiferentes a la suerte de los demás. Sin embargo, -dice el Santo Padre-, con frecuencia prevalece la actitud contraria: la indiferencia o el desinterés, que nacen del egoísmo, encubierto bajo la apariencia del respeto por la esfera privada”. (7)

Por tanto como un acto concreto de conversión que nos ayude a vivir la Cuaresma fructuosamente, fijemos nuestra mirada en el “Niño por Nacer”, el más pequeño e indefenso integrante de nuestra sociedad, el más pobre entre los pobres, porque ni voz tiene para defenderse. Fijemos nuestra mirada de amor solidario por él y defendamos ardorosamente su derecho sagrado e inviolable a la vida. Su vida tiene que ver con mi vida. Su vida tiene que ver con mi salvación eterna. Mi cobardía y mi silencio cómplice de hoy, pueden llevarme el día de mañana cuando comparezca ante el Juicio de Dios, a que el Señor me pregunte también a mí como a Caín: “¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra” (Gn 4, 10).

Que los responsables de la política, de la economía y de los medios de comunicación social hagan todo cuanto esté dentro de sus posibilidades para promover una cultura siempre respetuosa de la vida humana. Que todos, por grande o pequeña que sea nuestra responsabilidad, seamos valientes a la hora de rechazar cualquier intento por legalizar el crimen del aborto en el Perú y despertemos en los demás, especialmente en los jóvenes y en los esposos, el respeto y la generosa acogida de toda vida humana naciente, viendo en el fruto del vientre materno la admirable obra del Creador.

A la Virgen María que acogió en su seno a Aquel que es la Vida misma, Jesucristo, nuestro Señor, encomendamos la oración y el empeño en favor de la vida naciente. Amén.

 

San Miguel de Piura, 24 de marzo de 2012 

 

CITAS

(1) S.S. Benedicto XVI, Homilía Primeras Vísperas en el inicio del Adviento, 27-XI-2010.

(2) Ver S.S. Juan Pablo II, Mensaje Urbi et orbi por Navidad, 25-XII-1978.

(3) San Cirilo de Jerusalén, Catequesis bautismal, 9, 15-16.

(4) Gaudium et spes, n. 22.

(5) S.S. Juan Pablo II, Encíclica Evangelium vitae, n. 2.

(6) Carta Encíclica, Evangelium vitae, n. 5.

(7) S.S. Benedicto XVI, Mensaje para la Cuaresma 2012