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HOMILÍA DEL ARZOBISPO METROPOLITANO EN LA SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD 2023

“Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo”

Solemnidad de la Santísima Trinidad

“La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre, y la comunión del Espíritu Santo, estén con todos ustedes”. Con este hermoso saludo trinitario, con el cual solemos comenzar nuestra celebración de la Santa Misa, que está tomado de la segunda carta del apóstol San Pablo a los Corintios (ver 2 Cor 13, 14), deseo saludarlos a todos ustedes, en este Domingo en que celebramos al misterio de los misterios: A la Santísima Trinidad.

La Solemnidad de hoy resume la revelación de Dios acontecida en los misterios pascuales que hemos celebrado recientemente: La muerte y resurrección de Cristo, su gloriosa Ascensión a la derecha del Padre, y la efusión del Espíritu Santo. La Iglesia, Madre y Maestra, ubica la celebración de esta gran fiesta al final de los tiempos fuertes del Año Litúrgico, el Adviento, la Navidad, la Cuaresma y la Pascua, para que comprendamos que la asombrosa obra de la Creación, y la aún más maravillosa obra de nuestra Reconciliación, han sido la labor del amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.     

El misterio de la Trinidad, nos introduce en la intimidad de Dios

El misterio de la Santísima Trinidad que hoy celebramos nos introduce en la intimidad misma de Dios. Antes de Cristo, este misterio era desconocido.

Es Jesús quien nos ha revelado el misterio más íntimo de Dios: “Que Dios es Trino. Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas distintas en un solo Dios. Este es el misterio de la Trinidad, misterio central de la vida cristiana, y un misterio en sentido estricto, es decir, que no lo habríamos conocido de no haber sido por la revelación de Jesús”.[1]

Por ello, en la Santa Misa de hoy, rezamos en el Prefacio: “Al proclamar nuestra fe en la verdadera y eterna Divinidad, adoramos a tres personas distintas, de única naturaleza e iguales en dignidad”, es decir un solo Dios, no una sola Persona, sino tres Personas distintas que participan de una sola sustancia, la divina.

El misterio trinitario sobrepasa la capacidad de nuestro entendimiento para poder conocerlo y abarcarlo, pero ello no lo hace irracional, sino meta-racional, y, por lo tanto, no lo hubiéramos conocido si no fuera porque el mismo Dios, Uno y Trino, nos la ha revelado.

Nuestro Dios, no es soledad. Nuestro Dios, es comunión de Amor, y de un Amor volcado hacia nosotros. Con San Agustín podemos entonces afirmar que, “donde está el Amor hay una Trinidad: Uno que ama (el Padre), uno que es amado (el Hijo), y uno que es el amor (el Espíritu Santo”.[2]  

Dios revela su misterio trinitario en la Historia de la Salvación

Dios ha revelado su misterio trinitario, en la Historia de la Salvación, es decir en su acción salvífica.

Es así que Dios se manifestó como Padre al entregarnos a su único Hijo: “Porque tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Jn 3, 16). Jesús se manifestó como el Hijo de Dios, obedeciendo en todo a la voluntad de su Padre, realizando así nuestra perfecta reconciliación por su encarnación, muerte y resurrección: “En Él tenemos por medio de su sangre la redención, el perdón de los delitos, según la riqueza de su gracia” (Ef 1, 7). Y el Espíritu Santo se nos manifiesta como nuestro Santificador, es decir, como Aquel que constantemente derrama en nuestras vidas el Amor que Dios nos tiene, suscitando así en nuestros corazones el amor a Dios y a los hermanos: “Y la esperanza no desilusiona, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos fue dado” (Rom 5, 5).

En la Trinidad no hay más que Amor

Queridos hermanos: Del seno de la Trinidad proceden todos los proyectos de vida y de salvación. En la Trinidad no hay más que Amor, el cual nos ha sido revelado en toda su anchura, longitud, altura y profundidad (ver Ef 3, 17), en el misterio de la Cruz de Cristo. De la intimidad de Dios, Uno y Trino, fluye el Amor que a todo da vida y calor, que todo lo renueva y embellece.  

Lamentablemente el Amor verdadero acontece poco hoy en día, pero cuando ocurre es conmovedor, es puro, es hermoso, es fuente de vida que renueva la esperanza, trae luz y consuelo.

El amor, no es obra del hombre, es don de Dios, Uno y Trino, que es el origen y la fuente del Amor. Por eso, “una persona que ama a los demás por la alegría misma de amar es reflejo de la Trinidad. Una familia en la que se ama y se ayudan unos a otros es un reflejo de la Trinidad. Una parroquia en la que se quiere y se comparten los bienes espirituales y materiales es un reflejo de la Trinidad”.[3] De otro lado, quien ha tenido una experiencia del Amor, ha tenido un anticipo de la eternidad, pues “el Amor no tiene fin” (1 Cor 13, 8). Asimismo, no olvidemos que nuestro destino final es la Santísima Trinidad, como bellamente lo expresa San Agustín: “Esta es nuestra completa alegría, no hay otra ulterior: gozar de Dios Trinidad a cuya imagen fuimos creados”.[4]  

Pidamos a María Santísima, primera criatura plenamente habitada por la Santísima Trinidad, que nos ayude a amar, cada vez más y más, a Dios, Uno y Trino, porque: “Dios es Amor y quien conserva el Amor permanece en Dios y Dios con Él” (1 Jn 4, 16).       

Quiero concluir esta homilía con este hermoso himno a la Santísima Trinidad, tomado de la Liturgia de las Horas de la fiesta de hoy, con el deseo de que en estos momentos difíciles para Piura, por la epidemia del dengue que padecemos, Dios, Padre, Hijo, y Espíritu Santo, aumente nuestra fe, esperanza y caridad, y así tengamos la certeza que el Amor, vida de la Trinidad, está siempre con nosotros, y nunca nos desampara y abandona: 

¡Dios mío, Trinidad a quien adoro!,
La Iglesia nos sumerge en tu misterio;
te confesamos y te bendecimos,
Señor, Dios nuestro.

Como un río en el mar de tu grandeza,
el tiempo desemboca en hoy eterno,
lo pequeño se sumerge en lo infinito,
Señor, Dios nuestro.

Oh, Palabra del Padre, te escuchamos;
oh, Padre, mira el rostro de tu Verbo;
oh, Espíritu de amor, ven a nosotros;
Señor, Dios nuestro.

¡Dios mío, Trinidad a quien adoro!,
haz de nuestros corazones tu cielo,
llévanos al hogar donde tú habitas,
Señor, Dios nuestro.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu:
Fuente de gozo pleno y verdadero,
al Creador del cielo y de la tierra,
Señor, Dios nuestro. Amén.

San Miguel de Piura, 04 de junio de 2023
Solemnidad de la Santísima Trinidad

[1] Catecismo de la Arquidiócesis de Piura, “Firmes en la Fe, sed fuertes”, n.29.

[2] San Agustín, De Trinitate, 9.2.2.

[3] S.S. Francisco, Angelus, 15-VI-2014.

[4] San Agustín, De Trinitate, 1.8.18.

Puede descargar el PDF conteniendo la homilía de nuestro Arzobispo AQUÍ

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