“EN LA CRUZ RESPLANDECE EL AMOR PLENO, PERFECTO Y PURO DE JESÚS QUE NOS SALVA” – 2015

Oficios de Viernes Santo

IMG_537703 de abril de 2015 (Oficina de Prensa).- Hoy Viernes Santo en una admirable manifestación de fe del pueblo piurano, la Basílica Catedral de Piura se vió colmada de fieles católicos durante los Oficios de la Pasión y Muerte del Señor Jesús: El “sermón de las siete palabras”, la “Celebración de la Pasión del Señor” presidida por nuestro Arzobispo Monseñor José Antonio Eguren, S.C.V., y la procesión de las sagradas imágenes de Cristo en el Santo Sepulcro y la Virgen Dolorosa.

Monseñor Eguren en su homilía dijo que: “el Señor Jesús, crucificado en la Cruz, es la prueba más grande del amor que Dios nos tiene. Jesús colgado en ella, ha transformado la Cruz de un signo de tortura y maldición, en un signo de reconciliación y amor, de perdón y salvación”.

_DSC0010Nuestro Arzobispo explicó también que en este día debemos acompañar a la Virgen María: “Ella está de pie, símbolo de que su inmensa fe, su invicta esperanza y su ardiente amor la sostienen en este momento de prueba que a cualquiera de nosotros nos derrumbaría por completo. Nuestro amor quiere también en este Viernes Santo hacerle compañía”. A continuación les ofrecemos el texto completo de la homilía que pronunció Monseñor Eguren:

 CELEBRACIÓN DE LA PASIÓN DEL SEÑOR

Homilía de Viernes Santo

 “En la Cruz resplandece el amor pleno, perfecto y puro de Jesús que nos salva”

Hoy es el día de la muerte del Señor.

Pero curiosamente no es un día de desolación sino que es un día de dolor cargado de esperanza, porque sabemos que la Cruz que vamos a adorar termina en victoria, en resurrección, en vida eterna. Por eso el color de hoy es rojo, color de sangre, de amor, de entrega y de vida. No estamos de luto. Celebramos la muerte salvadora del Señor Jesús y por ello con San Pablo podemos decir: “Y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó, y se entregó a sí mismo por mí” (Gal 2, 20).

Hoy es el día de la Cruz y del Crucificado.

IMG_5435De todos los días del año, el Viernes Santo destaca por su densidad espiritual, profundidad y silencio. Definitivamente, no es un día como cualquiera otro. No lo es debido a lo que se celebra y recuerda. Es el día en que recordamos y celebramos la Pasión y Muerte del Señor Jesús. La muerte de Dios hecho hombre por nosotros.

En el Viernes Santo aparece con fuerza el símbolo que nos identifica como cristianos: La Cruz. Toda la celebración de hoy está centrada en la Cruz. Proclamamos el misterio de la Cruz en las lecturas. Invocamos en la oración universal la salvación del mundo por la fuerza de esa Cruz. Adoramos la Cruz besándola. Y finalmente participamos del misterio de esa Cruz, del Cuerpo entregado de Cristo, comulgando con Él.

La Cruz es hoy proclamada, invocada, venerada y comulgada. Pero la cruz por la cruz no tiene fuerza redentora. Si la Cruz es capaz de salvarnos es porque en ella está Jesús crucificado, el Verbo de Dios hecho carne, hecho Hijo de Santa María para ser nuestro salvador. Si la Cruz es capaz de salvarnos es porque en ella resplandece el amor pleno, perfecto y puro del Señor Jesús que nos salva, que nos limpia de nuestras maldades y que nos reconcilia de las rupturas del pecado. 

Ninguna muerte ha influido más en la Humanidad como la de Jesús. En el silencio de la Cruz, Jesús nos lo dice todo, nos descubre el secreto de Dios, que es un amor infinito que se entrega por todos nosotros para que tengamos vida plena y eterna; un amor infinito que es redención y reconciliación para todos los hombres.

La muerte de Jesús por el suplicio espantoso e ignominioso de la crucifixión, con todo su escándalo y absurdo, constituye el centro del mensaje cristiano, un mensaje que todos tenemos que llevar a los demás con la palabra pero sobre todo con la vida.

Queridos hermanos: El anonadamiento y el abajamiento del Hijo de Dios que hoy pende de la Cruz es el amor apasionado de Dios por el hombre caído. ¿Te esfuerzas por amar así a los demás?

Esta verdad la comprenden bien los santos, esa multitud de hombres y de mujeres cristianos que a lo largo de la historia hasta nuestros días no han vacilado en ofrecerle a Jesús su propia carne para llevar en ella  el dolor del mundo, y para que a través de ella el Señor siga prolongando en el tiempo hasta el final su amor que todo lo purifica, lo eleva, lo hace nuevo, lo salva. Que el ejemplo y vida de los santos nos sostenga y anime a la hora de ofrecer nuestra vida como don de amor a los hermanos imitando a Jesús crucificado.

La Cruz y el crucificado nos interpelan.

IMG_5483Cuando dentro de unos instantes nos preparemos a adorar la Cruz escucharemos cantar: “Mirad el árbol de la Cruz donde estuvo clavada la salvación del Mundo”, y nosotros responderemos: “Venid a adorarlo”. En ese momento les pido que recordemos la gran verdad de nuestra vida cristiana: “No hay cristianismo sin Cruz”.

Sí, hermanos. La Cruz es parte de la vida de los cristianos, es parte de tu vida y de mi vida, pero no como expresión de desgracia, no porque busquemos el dolor o el sufrimiento como si fueran un fin en sí mismo, sino como un misterioso y paradójico camino de vida, ya que para vivir es necesario primero morir; para existir en Cristo, el Hombre nuevo y perfecto, primero es necesario despojarse del hombre viejo. La Cruz es parte esencial de la vida de los cristianos, parte de tu vida y de mi vida, porque sin ella no podemos vivir el amor de Jesús que es lo que da sentido a nuestra existencia.

Sin ella es imposible comprender que hay mayor alegría en dar que en recibir; que el dolor es vía de salvación; que el perdón de las ofensas e injurias recibidas vence al odio y trae la paz;  que el amor a los enemigos es el camino para una sociedad más justa y reconciliada; que al mal se le vence con el bien.

En Viernes Santo hagamos un sincero examen de conciencia.

Y para ello los invito a hacernos estas sencillas preguntas:

¿Qué significa para mí mirar la Cruz? ¿Descubro en ella la muestra de amor más grande que Dios ha podido tener conmigo?

Ante tan grande amor de Cristo crucificado por mí, ¿cómo le estoy respondiendo al Señor? ¿Qué puedo hacer para que esa respuesta sea aún más generosa?

¿Soy consciente que “No hay cristianismo sin cruz”? ¿Vivo esa dimensión de mi vida cristiana? ¿Estoy dispuesto a morir a mí mismo para realmente vivir en el amor del Señor? ¿Estoy dispuesto a ofrecerle a Cristo mi carne, mi ser, para la salvación del mundo?

Hermanos: Nunca hubo en el mundo tanto amor como hoy Viernes Santo. ¿Serás indiferente a este Amor del Señor por ti? ¿O corresponderás a su Amor con tu fe y con la conversión sincera de tu corazón? ¿Estás dispuesto a amar a los demás aun cuando eso te exija darlo todo y sufrir con Cristo en la Cruz?

María está silenciosa al pie de la Cruz.

IMG_5459A pesar que tiene su Inmaculado Corazón traspasado por la espada de dolor profetizada (ver Lc 2, 35), Ella está de pie, símbolo de que su inmensa fe, su invicta esperanza y su ardiente amor la sostienen en este momento de prueba que a cualquiera de nosotros nos derrumbaría por completo. Nuestro amor quiere también en este Viernes Santo hacerle compañía, a Ella que padece en su corazón todos los tormentos que se ensañan sobre el Cuerpo de su Divino Hijo, cuerpo que Ella le dio en sus entrañas inmaculadas y virginales. Por eso quisiera concluir esta breve reflexión con esta oración del Beato sacerdote mexicano, el Padre Miguel Agustín Pro, sacerdote jesuita y mártir de Cristo Rey durante los años de la persecución a la Iglesia en México en el siglo XX:

Quiero en mi vida, las mofas y burlas del calvario;
quiero la agonía lenta de tu Hijo;
el desprecio, la ignominia, la infamia de la Cruz,
quiero estar a tu lado virgen Dolorosísima;
fortaleciendo mi espíritu con tus lágrimas,
consumando mi sacrificio con tu martirio,
sosteniendo mi corazón con tu soledad,
amando a mi Dios y tu Dios,
con la inmolación de mi ser. Amén.

 

 

San Miguel de Piura, 3 de abril de 2015
Viernes Santo

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