HOMILÍA DEL ARZOBISPO METROPOLITANO CON OCASIÓN DEL INICIO DE LA CUARESMA – MIÉRCOLES DE CENIZA
Convertirse supone cambiar la vida desde la raíz
Muy queridos hermanos y hermanas en el Señor Jesús:
El Padre rico en misericordia nos concede en su infinito amor una nueva Cuaresma, y con ella su gracia y su perdón, es decir, la posibilidad de convertirnos y creer en el Evangelio. La Cuaresma es un camino de oración, ayuno y limosna. Es decir, en espíritu orante y practicando la penitencia y la caridad fraterna, caminamos con el Señor Jesús hacia la Pascua, para resucitar con Él a la vida verdadera.
Cuaresma significa cuarenta días, porque cuarenta fueron los días que Jesús permaneció en el desierto en combate contra el demonio, orando y ayunando (ver Mt 4, 1-2). La Cuaresma es el tiempo del humilde reconocimiento de nuestra condición de pecadores necesitados de abrirnos a la gracia de la conversión. Por eso el profeta Joel en la primera lectura nos ha dicho: “Esto dice el Señor: Todavía es tiempo. Conviértanse a mí de todo corazón, con ayunos, con lágrimas y llanto; enluten su corazón y no sus vestidos” (ver Jl 2, 12-18); y en el Salmo Responsorial hemos cantado: “Misericordia, Señor, hemos pecado” (ver Salmo 50). La conversión no es un maquillaje o un cambio cosmético, es decir, un simple retoque moral de una u otra actitud o conducta de vida. La conversión supone un cambio radical de vida; supone cambiar la vida desde la raíz, desde el corazón, para tener una vida totalmente arraigada en Cristo.
De hecho la imposición de la ceniza en este día nos va a recordar que somos polvo y al polvo volveremos, es decir, que tarde o temprano moriremos y que por lo tanto es urgente convertirse ahora, y creer en el Evangelio que es Jesús, porque sólo Él es la fuente de la salvación y de la vida. No nos hagamos ilusiones diciéndonos que más adelante tendremos tiempo para convertirnos, para morir a nuestro pecado, para confesarnos, para acercarnos al Señor. A nadie se le ofrece el mañana, solamente se le ofrece el hoy. Con gran sabiduría espiritual San Agustín nos advierte: “Dios te prometió el perdón, pero ¿quién te ha prometido el día de mañana?”.[1] Por eso escuchemos la advertencia del apóstol San Pablo en la segunda lectura de hoy: «Éste es el tiempo favorable, éste es el día de la salvación» (2 Cor 6, 2)”.
Conformación con Jesús por la oración, el ayuno y la caridad
¿Cuál es el fin de la Cuaresma? La conformación con Cristo camino, verdad y vida. El camino cuaresmal es un camino de configuración con el Señor hasta llegar a ser uno con Él: pensar, sentir y actuar como Jesús. Para ello y con la ayuda de la gracia, debemos abandonar el pecado y todo lo que es contrario a Dios y que nos impide adherirnos profundamente al misterio de gracia y amor que es Cristo. Para este camino de profunda unidad con el Señor la oración es vital. Meditar la Palabra de Jesús es fundamental. Oración entendida como un abrirle la puerta de mi corazón a Jesús para que Él entre en mi vida y haga en mí todas las cosas nuevas (ver Ap 21, 5).
Oración concebida como encuentro con la Persona viva de Jesús, quien da a mi vida un nuevo horizonte y con ello una orientación decisiva.[2] Sí, se trata de una oración desde el corazón, hecha en lo secreto, esto es, dedicando espacios y tiempos para la intimidad con Jesús para que así nuestra vida sea transformada.
Pero junto con la oración el ayuno es también esencial para alcanzar la unión con Jesús, pero no sólo un ayuno de alimento, sino sobre todo de aquello que me hace daño, es decir ayuno del pecado. Ayunar es decirle a Dios que estamos dispuestos a apartarnos de todo lo que nos aleja de Él. Hermanos, la vida es breve, pasa rápido, eso es lo que simboliza la ceniza en nuestra frente, y por tanto debemos poner nuestro corazón no en las cosas perecederas y efímeras que como comienzan terminan y pasan, sino en aquellas que permanecen. Por eso Jesús nos advierte: «Cielo y tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán» (Mt 24, 35).
Finalmente para alcanzar la configuración con el Señor Jesús la caridad es importantísima, ya que, “cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis” (Mt 25, 40. La caridad es abrirse al hermano, al otro, para amarle, servirle y ayudarle. El amor a Dios y al amor al prójimo, son inseparables y complementarios, son las dos caras de una misma medalla.
Precisamente el Papa Francisco en su mensaje de Cuaresma de este año nos pide descubrir al otro como un don y a no ser indiferentes a sus necesidades y sufrimientos.[3]
Oremos para que haya buen tiempo y hagamos penitencia para que el Perú sane de la corrupción
Queridos hermanos y hermanas: Los invito a todos a que durante la Cuaresma intensifiquemos la oración y la penitencia para pedirle al Señor que nos libre de los desastres naturales que estamos padeciendo y sane a nuestro país del mal de la corrupción. Estas dos poderosas armas espirituales que están a nuestro alcance pueden cambiar el curso de los acontecimientos actuales. Son las primeras y más importantes medidas de prevención y de acción que hay que tomar.
Orar es permitirle a Dios que actúe en nuestras vidas. Él es el Señor de la creación y puede moderar las lluvias si se lo pedimos con fe y humildad. De otro lado hay que hacer penitencia como reconocimiento de que muchas veces nuestros pecados de omisión, de falta de prevención, de irresponsabilidad y de negligencia, están en la raíz de lo que estamos padeciendo en estas semanas, donde la seguridad, la salud y la vida humana están tan amenazadas.
Hagamos penitencia también por los casos de corrupción que con dolor vemos descubrirse en nuestro país. La corrupción produce un gran daño en la sociedad y es como un cáncer que infesta y contamina todos los sectores de la vida social. Como enseña el Papa Francisco, la corrupción es un pecado grave y una pendiente resbaladiza en que la gente podrida se hunde cada vez más, porque es como una droga. Lamentablemente ella contamina todos los sectores y personas de la vida social. Que nuestra penitencia cuaresmal nos ayude a recuperar en el Perú los valores, la moral, la veracidad, la honestidad, la decencia, la rectitud, la justicia, el trabajo por el bien común, la solidaridad y el servicio.
Santa María, modelo para vivir la Cuaresma
Que María, Madre y perfecta discípula de su divino Hijo Jesús, maestra de vida espiritual para todo cristiano, nos guíe y eduque durante el ejercicio de la Santa Cuaresma. Que como Mujer Oyente, nos ayude a acoger con fe la Palabra de Dios. Que como Mujer Orante, nos enseñe a vivir el encuentro personalizante con su Hijo Jesús en la oración. Que como Virgen-Madre nos configure con Cristo. Que como Mujer Oferente, haga que nuestras vidas sean siempre una ofrenda agradable a Dios y una donación de amor a los hermanos.[4] Amén.
San Miguel de Piura, 01 de marzo de 2017.
Miércoles de Ceniza
[1] San Agustín, Sermón 82.
[2] S.S. Benedicto XVI, Carta Encíclica Deus Carita est, n. 1.
[3] Ver S.S. Francisco, Mensaje para la Cuaresma 2017, La palabra es un don. El otro es un don.
[4] Ver Beato Paulo VI, Exhortación Apostólica Marialis Cultus, nn. 17-20